¿Qué tiene en común Luxemburgo con una película? Todo y nada, dependiendo de cuánto estés dispuesto a asumir en este maremágnum de cine europeo. "Luxemburgo, Luxemburgo" es una joya cinematográfica que debutó en 2021 bajo la dirección del ucraniano Antonio Lukich, sí, ese mismo nombre que probablemente no figura en el radar de quienes pasan sus días debatiendo políticas de equidad y diversidad frente a un café de soya. Estrenada en el mundialmente conocido Festival de Cine de Gijón, la película llevó a sus espectadores a un viaje que bien podría parecer mundano, pero que tiene más sustancia que muchas de las sustentadas en fórmulas predecibles de Hollywood.
Ubicada principalmente entre Ucrania y Luxemburgo, narra cómo dos hermanos gemelos ucranianos emprenden un viaje a este pequeño país con la esperanza de ver a su padre ausente, un allegado complicado que parece vivir en una utopía de sus propios delirios. La trama podría parecer una excusa para el espectáculo, algo que no sorprendería en un mundo donde tramas trilladas sobre la masculinidad tóxica y la independencia chillan de fondo en altavoces progresistas. Sin embargo, aquí es donde esta cinta brilla: en su sutil confrontación con los temas cotidianos y personales detrás de esta búsqueda.
Es interesante ver cómo la película maneja la ironía en torno al idealismo europeo a través de paisajes que casi parecen demasiado perfectos como para pertenecer a la vida real. Mientras algunos prefieren consumir piezas de entretenimiento que corrigen agenda tras agenda, esta película lleva con una ligereza genial el peso del mundo real, un peso que no necesariamente se alivia con discursos de latirales liberales modernos.
La dirección de Lukich se toma libertades creativas, empleando un estilo cinematográfico que mezcla toques de realismo mágico con comedia negra, algo que provoca no solo risas sino también momentos de reflexión sobre temas tan humanos como la familia, la identidad y la búsqueda personal. Todo ello en un escenario europeo que ostenta una diversidad hecha para verse, no para ser reiteradamente vocalizada.
Los efectos visuales son una herramienta y no una distracción. En lugar de confiar en CGI para ocultar una trama débil, como sucede en muchas películas de acción de hoy, "Luxemburgo, Luxemburgo" deja que los personajes y la narrativa sean la verdadera atracción. Es una apuesta por la autenticidad que solo la distancia de medias verdades puede ofrecer.
El guion de Lukich hace lo que se necesita, sin caer en el exceso. Hay una economía de palabras y momentos en el filme que espera que el espectador escarbe un poco más allá de la superficialidad. De nuevo, eso requiere un tipo de compromiso que aquellos acostumbrados a las obviedades repetitivas pueden encontrar difícil de soportar. Pero para los verdaderos amantes del cine, es revitalizante encontrar un producto que respeta la inteligencia del espectador.
Además, este sincero relato sobre vínculos familiares en medio de la incertidumbre y los desvíos del destino nunca es solemne en sus bondades ni excesivamente cruel en sus dimisiones. La autorreflexión se produce de una manera más orgánica que la que aparece cuando élites culturales insisten en replantearse la narrativa una y otra vez.
El enfoque minimalista del director, sus técnicas de filmación más naturales y la elección de un elenco versátil solo demuestran que menos es siempre más. En un entorno dominado por grandes presupuestos y films cargados de frases que parecen sacadas de una conferencia TED, "Luxemburgo, Luxemburgo" es un toque de pura simplicidad que vibra más allá de su modestia aparente.
Aquí es donde debemos reconocer la mirada de Lukich sobre lo imperfecto, sobre historias no contadas que no empujan una agenda, pero que emergen con un significado mucho más auténtico que los clichés vestidos de compromiso social. Y aunque puede que este tipo de cine no llene las arcas de aquellos que dependen únicamente de los ingresos de taquilla, ciertamente llena un vacío más significativo para quienes buscan una conexión más pura, menos empañada por etiquetas y discursos preempacados.
En resumen, "Luxemburgo, Luxemburgo" es un himno silencioso pero penetrante, narrado a través de una lente honesta y refrescante. Anula el ruido que despiertan muchos ensayos sobre la condición humana desde una perspectiva que, sin necesidad de elevar una pancarta, ofrece una visión que respeta la inteligencia del espectador. Si buscas una muestra de cine que contemple lo humano sin depender de modas instantáneas, este filme te ofrece justo lo que necesitas.