El Rugir de una Voz Silenciada

El Rugir de una Voz Silenciada

Una canción punk de 1981 levantó ampollas criticando la superficialidad del arte dominado por figuras como Diego Rivera. Este grito de rebeldía sigue siendo relevante, cuestionando el control sobre la expresión artística.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

En uno de esos momentos impactantes de la cultura moderna, el 18 de junio de 1981, la banda punk Rocket from the Tombs lanzó una canción que provocó tanto ruido como la música punk misma. "Los Tres Grandes Mataron a Mi Bebé" es una feroz crítica a la superficialidad del arte mainstream y a las figuras que dominaban la industria del arte en México en aquel entonces. Pero detrás de este título provocador hay mucho más que una canción; es un grito profundo que resuena con aquellos que sienten que sus voces han sido apagadas por una élite artística egoísta.

El tema gira en torno a los "Tres Grandes"—Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros—los titanes del arte muralista en México donde el arte era una herramienta más del Estado para propagar su ideología, dejando poco espacio para manifestaciones auténticas e independientes. Estos figurones, con su arte monumental, fueron más que artistas; fueron armas del poder, moldeando la opinión pública con murales grandiosos que hablaban a favor de un régimen que, irónicamente, mantenía a muchos viviendo en la pobreza. Es una declaración clara de que el arte, muchas veces, no es solo arte.

La canción es un claro reclamo a este panorama artístico, llamando a cuestionar la idea de que el arte políticamente cargado es intrínsecamente bueno. El título, aunque agresivo, apunta a una polémica irresistible: ¿Acaso estos "Grandes" realmente promovieron la libertad artística, o simplemente se vendieron al mejor postor, replicando el discurso oficial que mantiene el statu quo?

Lo que realmente pone los pelos de punta es cómo esta canción, escrita hace décadas, sigue siendo profundamente relevante. La similitud con el mundo actual, donde figuras culturales con poder definen lo que es 'aceptable' o 'importante,' es asombrosa. Las mismas viejas tácticas de cooptación se ven hoy; los mismos trucos viejos, solo que el escenario ha cambiado de murales a redes sociales e influencers.

Subjetivamente, uno podría pensar que un artista auténtico apoyaría la libertad de expresión; sin embargo, cuando esas expresiones han sido condicionadas o patrocinadas por corporaciones o ideologías políticas, realmente todo el sentido de genuinidad se va desplomando. Es allí donde las cosas se complican. Nadie niega la habilidad artística de esos muralistas, pero el interrogante sigue siendo; ¿qué precio pagaron por gastar tanta pintura del Estado?

Y es que va más allá del arte; se trata de todo un sistema donde sólo unos pocos controlan la narrativa. Controlan qué historias se cuentan y cuáles se esfuman en el éter. Se exalta a ciertos héroes mientras que otros, con visiones diferentes, son silenciados o ignorados. A quién le sorprende si la misma historia se repite constantemente, incluso en el arte más contemporáneo.

Es fácil glorificar a quienes se oponen al sistema, pero lo realmente valioso es examinar a quienes esperan bajo la sombra de esos "héroes," aquellos que luchan contra la corriente y que, a menudo, son finalmente denostados. Rocket from the Tombs, al elegir este tema y este título, daba voz a los que eran siempre excluidos, cuestionando si 'los tres grandes' realmente fueron los proponentes de un cambio positivo o simples marionetas de un gobierno que vendía una historia de unidad que no era tal.

En este sentido, la canción no solo es una oda punk al inconformismo, sino un reflejo de un sentimiento que trasciende el tiempo y que, indudablemente, hará que más de uno se rebele ante cualquier intento de amansar los ideales individuales para beneficiar a una masa.

¿Es fácil ignorar el poder que las grandes figuras tienen en la construcción de las ideologías? Sí, es tentador pensar que el arte es puro y libre de toda imposición, pero entonces nos encontramos con estas manifestaciones que sacuden esa cómoda ilusión, recordándonos lo profundamente enraizado que está el control en todos los niveles de expresión.

Así que no es solo una canción; es un recordatorio de que las voces que fluyen en discurre no siempre son las que cantan la melodía de todos los días. La próxima vez que admiremos un mural majestuoso, quizás deberíamos preguntarnos quién realmente está pintando esa imagen, porque, en el fondo, a veces, la gama de colores nos puede estar cegando de la verdadera realidad que yace detrás de todo un espectáculo. Una verdad incómoda, dirían algunos, en un mundo moderno donde la ilusión de la libertad artística es cada vez más difícil de sostener.