Imagina un mundo donde el mero hecho de parecer estar en el lado correcto de la moral te otorga un pase libre para hacer lo que quieras. Este fenómeno de 'pretender ser bueno' ha cobrado más relevancia en el ámbito político y social actual. Todo empezó hace algunos años cuando personajes y organizaciones comenzaron a proclamar su virtud desde los tejados. ¿Por qué? Porque simplemente llevar la etiqueta de 'buenos' otorga una extraordinaria cantidad de poder e impunidad. Sucedió recientemente en algunas ciudades donde las élites autoproclamadas como 'salvadoras' demostraron ser todo menos eso.
La etiqueta es suficiente: Parece que hoy en día, ser lo que aparentas ser es un arte que pocas personas han perfeccionado. No es necesario demostrar bondad, basta con proclamarse "bueno" para ganar puntos sociales.
Más ruido que nueces: Estas autoproclamaciones suelen venir acompañadas de grandes campañas publicitarias, pero una inspección detallada revela la falta de acción real. Cuanto más grande el anuncio, más vacío el gesto.
Agenda oculta: Muchas veces, bajo esta fachada de buenas intenciones, se esconden objetivos que benefician a intereses particulares. Los supuestos "buenos" están más interesados en obtener poder que en causar un cambio real.
El juego de la vitrina: Lo más patético es cómo los "pretendríanserbuenos" utilizan obras caritativas como pura fachada. Caras sonrientes y donativos millonarios para sentirse bien con ellos mismos, pero sin ningún compromiso real.
Inconsistencia de valores: No se necesita mucho para darse cuenta de que sus predicamentos cambian al sabor de la moda o de la conveniencia. Lo que hoy es el estándar dorado, mañana se olvida convenientemente si no se alinea con sus intereses personales.
Silencio ensordecedor: En el momento de enfrentar problemas reales, estos héroes de cartón suelen desaparecer o guardar un silencio que dice más que mil declaraciones.
Frivolidad disfrazada de bondad: Lo más criticable es cómo maquillan un concepto tan serio y necesario como el de hacer el bien. Para ellos es un mero camino al éxito social y profesional, y no una búsqueda genuina de mejora para terceros.
Doble moral: No hay nada como observar cómo pontifican sobre los defectos de los demás mientras ocultan, magistralmente, fallas iguales o peores. Eso sí, siempre con una excusa bajo la manga.
La caída inevitable: La historia demuestra que estas estrategias huecas rara vez tienen un buen final. Tarde o temprano, la máscara se cae y queda al descubierto su verdadera naturaleza.
Exceso de indulgencia: Esta es probablemente una de las consecuencias más dañinas. Cuando encumbramos a estos autoproclamados santos, perpetuamos un sistema donde la apariencia prima sobre la realidad y donde las acciones dejan de tener consecuencias reales.
En suma, los "pretendríanserbuenos" son un reflejo de la decadencia moral camuflada de nobleza. Permanecer vigilantes es crucial para no caer en sus tramas y exigir que quienes se consideran buenos, en verdad lo sean, y no solo cuando los focos están encendidos.