¿Por qué las líneas siempre provocan tantas discusiones acaloradas? Esas marcas divisorias, tan simples pero tan significativas, son hoy en día más relevantes que nunca. Líneas como la que define quién puede entrar a un país, quién puede votar o dónde comienza el respeto al cuerpo de una vida en gestación. Imaginemos por un momento que las líneas fueron inventadas por una persona común y corriente para traer orden a su granja, pues no quería que sus ovejas se mezclaran con las del vecino, y mucho menos que un lobo hambriento cruzara lo que él definía como 'seguro'. Hoy, esas líneas continúan delimitando, protegiendo y definiéndonos.
La primera línea que salta a la palestra es la línea fronteriza de una nación. Es ese límite invisible que guarda las características y culturas que los ciudadanos desean preservar. No es casualidad que las líneas de la frontera sean respetadas en casi todo el mundo. Queremos saber quién entra y quién sale, y que esos movimientos se realicen bajo la legalidad que tantos sacrificios costó construir. Sin ellas, no seríamos una sociedad ordenada, sino piezas flotantes en un mar de caos.
Seguidamente, pensemos en la línea electoral. Ese simple trazo que separa a quienes pueden votar de quienes no, es esencial para el buen funcionamiento de la democracia. Es incomprensible que algunos quieran borrar esa línea permitiendo que cualquiera que ponga un pie en suelo extranjero de inmediato adquiera derechos para votar en elecciones cruciales. El derecho al voto se gana y se cultiva, no se regala.
Y qué decir de las líneas ideológicas. Janice, la vecina del quinto piso que insiste en que no debería haber restricciones en nada, arguye que todas las líneas son arbitrarias. Ella no comprende que sin líneas ideológicas claras, terminamos por no saber qué ideas defendemos. Defender tales líneas es esencial para el debate saludable, para saber realmente por qué cada uno está en su lado del campo.
Resaltemos también las líneas dentro de la educación. Algunos proponen difuminar estas líneas con ideas radicales que lo único que hacen es confundir más a los estudiantes y cuestionan nuestras tradiciones, aquellas mismas que sabemos han funcionado y construido sociedades estables durante siglos. Hay una razón por la que disciplinas se enseñan de cierta manera: la experiencia y la sabiduría acumuladas no deben ser borradas de un plumazo por el capricho de las tendencias efímeras.
Tampoco podemos ignorar la línea moral, esa frontera autoimpuesta que nos dice lo que está bien y lo que está mal. El relativismo postmoderno intenta convencernos de que ninguna línea moral es realmente objetiva. Sin embargo, hay cosas que sabemos intrínsecamente que están mal, como herir intencionadamente a otro ser humano. Las líneas morales han sostenido nuestras comunidades, actuando como brújulas en un vasto mar ético.
Tal vez una de las líneas más polémicas sea la que divide la esfera pública y privada. La privacidad es un derecho fundamental que algunos intentan cruzar constantemente, en nombre de una seguridad falsa o del vil cotilleo. Sin embargo, proteger la información personal es más importante que nunca en una época donde las redes sociales han vuelto borrosas las líneas entre lo que es público y lo que es privado.
Finalmente, la línea de género, otro campo de batalla en pleno apogeo. La biología, esa ciencia cuyos postulados fueron base del pensamiento racional, define con claridad dos géneros. Enfrentar esta línea pretendiendo que es una construcción social nos lleva a negar lo obvio e indiscutible, generando consecuencias nefastas donde realmente no las necesitaríamos.
Sí, las líneas son cruciales en nuestra sociedad. No son invenciones arbitrarias que alguien decidió establecer para hacerle la vida más difícil a los demás. Son, por el contrario, soluciones a problemas complejos que requieren satisfacciones prácticas para funcionar. Mantener claras estas líneas nos asegura un futuro compartido más próspero y seguro. El orden y la previsión son componentes de sociedades exitosas, y ambos están sostenidos por estas líneas que tanto parecen molestar a los progresistas. Quitemos las líneas, y el caos llegará más veloz de lo que la cordura podrá manejar.