La Llorona del Pensamiento Progresista

La Llorona del Pensamiento Progresista

Critica al progresismo en Estados Unidos, destacando su impacto negativo en la identidad, economía, educación, libertad de expresión, política exterior y cultura.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

La Llorona del Pensamiento Progresista

En un mundo donde las emociones parecen gobernar sobre la lógica, el progresismo se ha convertido en la Llorona del pensamiento moderno. En Estados Unidos, desde la llegada de la administración Biden en enero de 2021, hemos visto cómo las políticas de izquierda han intentado transformar la nación en un experimento social fallido. Desde las aulas de las universidades hasta las oficinas del gobierno en Washington D.C., el progresismo ha infiltrado cada rincón de la sociedad con su retórica sentimentalista y su obsesión por lo políticamente correcto. ¿Por qué? Porque el progresismo se alimenta del caos y la confusión, y no hay mejor manera de lograrlo que desmantelando los valores tradicionales que han sostenido a la nación durante siglos.

Primero, hablemos de la obsesión por la identidad. En lugar de promover la unidad, el progresismo ha decidido dividir a la sociedad en infinitas categorías de identidad. Ya no somos simplemente estadounidenses; ahora somos definidos por nuestra raza, género, orientación sexual, y cualquier otra etiqueta que puedan inventar. Esta fragmentación no solo es innecesaria, sino que es peligrosa. Al enfocarse en lo que nos diferencia en lugar de lo que nos une, el progresismo siembra discordia y resentimiento.

Luego está la economía. La administración actual ha adoptado políticas económicas que parecen sacadas de un manual de cómo destruir una economía en diez pasos. Desde el aumento de impuestos hasta la regulación excesiva, estas políticas han sofocado el crecimiento económico y han dejado a las pequeñas empresas luchando por sobrevivir. La inflación está por las nubes, y el costo de vida sigue aumentando, pero parece que a los progresistas no les importa mientras puedan seguir financiando sus programas sociales insostenibles.

La educación es otro campo de batalla. Las escuelas y universidades se han convertido en fábricas de adoctrinamiento progresista. En lugar de enseñar a los estudiantes a pensar críticamente, se les enseña qué pensar. La historia se reescribe para adaptarse a la narrativa progresista, y cualquier opinión disidente es rápidamente silenciada. Los estudiantes salen de las aulas con una visión distorsionada del mundo, listos para unirse a las filas de los guerreros de la justicia social.

La libertad de expresión también está bajo ataque. En la era del progresismo, solo se permite una forma de pensar. Cualquier opinión que desafíe la narrativa dominante es etiquetada como discurso de odio y rápidamente censurada. Las plataformas de redes sociales, que alguna vez fueron bastiones de la libre expresión, ahora actúan como guardianes de la corrección política, eliminando cualquier contenido que no se alinee con la ideología progresista.

La política exterior es otro desastre. En lugar de proyectar fuerza y liderazgo en el escenario mundial, la administración actual ha optado por una política de apaciguamiento. Los enemigos de Estados Unidos se envalentonan mientras nuestros aliados se preguntan si todavía pueden confiar en nosotros. La retirada desastrosa de Afganistán es solo un ejemplo de cómo el progresismo ha debilitado la posición de Estados Unidos en el mundo.

Finalmente, está la cultura. El progresismo ha infectado Hollywood, los medios de comunicación y la industria del entretenimiento. La cultura popular ahora está saturada de mensajes progresistas, y cualquier intento de ofrecer una perspectiva diferente es rápidamente cancelado. La creatividad y la innovación han sido reemplazadas por una conformidad monótona.

El progresismo, con su enfoque en la emoción sobre la razón, está llevando a la sociedad por un camino peligroso. En lugar de construir sobre los valores que han hecho grande a Estados Unidos, busca desmantelarlos en nombre de una utopía que nunca se materializará. Es hora de despertar y reconocer que el progresismo no es la solución, sino parte del problema.