Al hablar de "Full House", muchas veces sólo se recuerda el ambiente familiar y cálido, pero pocas veces se menciona la radical habilidad de la serie para reflejar lo que de verdad importa en la vida. La temporada 6 de esta entrañable serie no es la excepción, y al revisitarla, uno no puede sino pensar en cómo este programa de los noventas todavía tiene algo que decirnos hoy.
Comencemos por el hecho de que la temporada 6 se emitió en un momento crucial en la historia de la televisión. A principios de los años 90, la programación no gozó del abundante abanico de opciones que los consumidores de hoy disfrutan. En aquellos años, la televisión tenía que ofrecer contenido de calidad en términos accesibles para la familia promedio. Lo que hace sobresalir a esta temporada es cómo toca temas complejos sin caer en moralismos o agendas de ningún tipo. Por supuesto, todo esto es antes de que el contenido se politizara hasta la médula.
La familia Tanner, un símbolo de unidad, aborda temas como los valores familiares y desafíos personales sin el ruido de la corrección política. ¿Recuerdan cuando DJ descubre que no fue aceptada en el instituto que deseaba? Este es un recordatorio sobre la realidad de lidiar con decepciones, y, a su vez, la importancia de la perseverancia. La vida no siempre te da lo que esperas, y “Full House” no tenía miedo de mostrar eso.
Ahora pensemos en Michelle, la benjamina de la casa, interpretada por las gemelas Olsen. En esta temporada, Michelle se ve envuelta en varios problemas que requieren de un enfoque adulto sin llegar a ser simplista. No es nada como la programación infantil de hoy en día que muchas veces subestima la inteligencia de sus espectadores. En el episodio donde Michelle comienza su propio negocio de galletas, la niña no sólo aprende lecciones sobre el esfuerzo, sino también sobre la gratificación del trabajo bien hecho. Esta es la clase de mensajes que realmente importan. Una lección sobre capitalismo y libre mercado de la vieja escuela, empaquetada para toda la familia.
Full House tenía una habilidad especial para integrar comedia sin trivializar ocasiones serias. Uno de los ejemplos más memorables de la sexta temporada es cuando Joey se enfrenta a la pérdida de su madre. Sin duda, es un episodio que navega por el luto con un mensaje positivo: que la familia, en cualquiera de sus formas, está ahí para apoyarse.
Luego, está Danny Tanner, encarnado por Bob Saget, quien sigue como el ancla moral de la serie. Su personaje es un ejemplo de por qué los padres son esenciales en la vida de cualquier niño. Libres de la narrativa "todo vale" que parece dominar los programas modernos, su liderazgo y guía muestran la importancia del respeto y la disciplina en la educación de los hijos. No todo es tan simple y blancos hay que decirlo claro: la sociedad necesita más padres como Danny Tanner.
Pero no sólo se trata de la familia en "Full House". La relación entre los amigos y el apoyo comunitario también juegan papeles cruciales. En aquellos días, la diversidad se representaba en estos términos: junto con sus amigos y vecinos, los Tanner crearon una comunidad armoniosa sin forzar narrativas divisivas. Todo era más simple y efectivo.
En una era donde la televisión tiende más a adoctrinar que a entretener, es refrescante revisar un show como "Full House". Esta sexta temporada ciertamente lo hace evidente. Nos permite recordar que los programas pueden jugar un papel significativo moldeando valores positivos sin caer en polarizaciones tóxicas. Estos tiempos eran más sencillos y un niño aprendía a disfrutar del mundo sin ser bombardeado por discursos en boga.
Revisar la temporada 6 de "Full House" hoy es un acto casi subversivo. Es una resistencia contra lo superficial, lo momentáneo, una afirmación de valores que no temen su propia vigencia. Pesemos memoria y miremos en esa dirección.