Hay libros que buscan cautivar con historias conmovedoras, otros simplemente quieren despertar emociones fuertes. Y luego está La Serpiente, una novela que no solo desafía a sus lectores, sino que también ofrece una sátira formidable sobre la naturaleza humana. Escrito por M. I. Asúa, este libro fue lanzado al mundo literario en 1970 desde España, un país todavía en transición política y social. La Serpiente explora las luchas internas de poder dentro de una organización revolucionaria que muchos tacharían de ‘impía’.
¿Y qué mejor metáfora que una serpiente? Fría, calculadora, siempre al acecho. Es un relato sobre trepadores, sobre esa ansia imparable de controlar y dominar. M. I. Asúa no se andaba con rodeos: su narrativa desconcierta al lector medio que espera una historia sencilla y de finales felices. Aquí no hay héroes, pero tampoco villanos en el sentido común. Todos son simplemente jugadores en un tablero despiadado.
Primero, hay que apreciar la capacidad de Asúa para desafiar las normas establecidas. Algunos dirían que es pura provocación, otros, que es una llamada a despertar. La novela logra captar la esencia misma del poder desenfrenado, ese que brilla bajo la ilusión de utopías perfectas. Poco a poco, los personajes, y por ende el lector, se desnudan ante la realidad de un sistema donde todos son prescindibles en la búsqueda del objetivo superior.
La trama se tiñe con los colores del peligro y el secreto, creando una atmósfera de constante tensión. Asúa coloca a sus personajes en situaciones límites, mostrando cómo los ideales políticamente correctos pueden desmoronarse. Muchos se aferran a las promesas de cambio, pero descubren que el costo es mucho más alto de lo que quisieron admitir.
Pero lo que realmente es notable es cómo La Serpiente desenmascara la hipocresía moderna. Asúa mueve las piezas de su narrativa para exponer las falacias que adornan las revoluciones idealizadas. Aquí no es solo la lucha de clases o ideologías, sino el reflejo de un hambre insaciable que mora en todos los hombres. La obra te mantiene al borde del asiento mientras desentierra capas de engaño, egoísmo y, aunque cueste creerlo, un oscuro deseo de destrucción.
Y ahora, porque no es posible hablar de serpientes sin mencionar el veneno, nos topamos con el núcleo corrosivo de esta historia. Asúa nos lleva por los rincones más retorcidos de las intenciones humanas, descascarando no solo una crítica al sistema, sino a las personas que fácilmente se convierten en víctimas y verdugos.
El desafío que plantea La Serpiente no es apto para corazones débiles. Es una representación directa de cómo los proclamas libertarias a menudo encubren anhelos de sometimiento, donde aquellos que gritan libertad a menudo ansían un bocado más grande del pastel del poder. Asúa tiene pocas simpatías con los que se embriagan de palabras rimbombantes y promesas vacías.
En el epílogo de la lectura, es difícil no quedarse pensando en lo que realmente significa el cambio y quiénes son los verdaderos beneficiarios. Quizás, solo quizás, descubrimos que no existe tal cosa como una revolución sin serpientes. Cómo muchos buscan con vehemencia destruir para luego reemplazar con su propia marca de orden autoritario.
En definitiva, La Serpiente es una obra que deja una marca imborrable en el lector, una tarea que a menudo escapa la literatura común que fluye en el circuito mainstream. Una novela que es más que entretenimiento; es una invitación a cuestionar todo aquello que se da por sentado. Sin duda, M. I. Asúa logró formar parte de la rara colección de autores que incitan reflexión genuina y crítica, incluso al costo de enfurecer aquellos que creen tener todas las respuestas.