La ocasión hace al ladrón: Una verdad incómoda

La ocasión hace al ladrón: Una verdad incómoda

"La ocasión hace al ladrón" revela cómo situaciones propicias permiten el mal actuar. Explora cómo políticas permisivas abren puertas al oportunismo.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

¿Quién inventó la frase "la ocasión hace al ladrón"? La verdad es que no importa. Importa que compone un conjunto de palabras que, aunque antiguas, tienen una vigencia impresionante en el aquí y ahora. Quizás, muchos prefieren pasarla por alto porque aceptar que situaciones oportunas pueden convertir a un simple individuo en un ladrón eventual es una realidad un poco incómoda. Pero el hecho pervive: las oportunidades también engendran las decisiones más cuestionables.

¿Se ha puesto alguien a pensar quién facilita esas ocasiones? Todos sabemos que existen sistemas que no solo facilitan, sino que realzan esas oportunidades para aquellos que quieren aprovecharse. Unos dirán que toda persona tiene un deber moral de no sucumbir ante la tentación, y sí, por supuesto que la responsabilidad individual cuenta muchísimo. Pero, si constantemente se presentan situaciones que motivan el quebrantamiento del orden ético y legal, ¿quién pone ahí esas ocasiones? Las políticas permisivas suelen ocupar el centro de sospecha.

Lo quieran admitir o no, los defensores de la libertad irrestricta y los que creen que todo el mundo actúará con ética bajo cualquier circunstancia, son los que más cierran los ojos ante esta problemática. Basta con mirar el entorno legislativo de algunos países para notar un patrón. Estados donde las reglas son flexibles terminan siendo paraísos para el desfalco y la trampa. Las leyes laxas atraen al astuto para que saque partido donde uno ni siquiera hubiera considerado antes.

Las grandes ciudades no cubren de adornos este fenómeno. Sarkozy no estaba equivocado cuando en su momento dijo que la ley y el orden son cruciales para detener el crimen. Permitir asentamientos irregulares, legitimizar comportamientos cuestionables, y mirar hacia otro lado en temas de seguridad solo abren más esas aberturas para el pillaje. El miedo a imponer el orden se transforma en una alfombra roja extendida a aquel que quiera infligir daño sin miedo a las represalias.

En lo laboral, "la ocasión hace al ladrón" nos revela algo que pocos se atreven a mencionar: la falta de consecuencias reales. ¿Se acuerdan de aquella empresa que, bajo la premisa de la flexibilidad laboral, dio acceso ilimitado a cuentas o activos sin demasiada vigilancia? No pasó mucho tiempo para que alguien se aprovechara de la falta de supervisión. La lección debería ser clara: la irresponsabilidad en la gerencia de recursos invita al abuso y al hurto.

Otro ángulo donde la frase cobra significado es el mundo político mismo. Las ocasiones para que el poder seduzca son inagotables. Representantes sin vigilancia robusta, poderes ejecutivos sin fiscalización y líderes en puestos perpetuos, todos ellos son situaciones perfectas para que el valor del servicio público se prostituya a favor de intereses menos nobles. El sistema político que no sostiene un control riguroso verifica la hipótesis de esta frase una y otra vez.

El sistema educativo nos presenta un análogo perfecto. Cuando se permite el trampolín de la mediocridad con premiaciones para todos y currículos diluidos, ¿qué mensaje se transmite? Que la ocasión es propicia para ser menos, para ofrecer menos. Ganarse méritos sin esfuerzo inaugura gradualmente deslices que terminan facilitando el robo intelectual y el engaño académico.

La cultura del mínimo esfuerzo permea, y los resultados son catastróficos. Hay quienes prefieren hablar de inclusión y accesibilidad, y son esos mismos quienes cierran el norte legal y moral hasta terminar convirtiendo las oportunidades en trampa. Las promesas de vidas sin restricciones y defensas a ultranza de las libertades, sin la adecuada referencia a la responsabilidad individual, lo único que hacen es seguir abriendo la caja de Pandora. "La ocasión hace al ladrón" es una advertencia y a la vez un reflejo de ciertas políticas modernas.

De la misma manera que el ladrón nace con la ocasión, cada minuto desperdiciado en la negación del problema es otra puerta abierta. Abramos los ojos. Las soluciones están en el endurecimiento razonable de las leyes, en políticas claras que no den margen a interpretaciones que permitan el desvío legal. Ser tan complacientes con la libertad a ultranza es construir con seguridad puentes al desastre. "La ocasión hace al ladrón", y hay que cerrar las puertas a esas ocasiones, diseñando políticas que de verdad sirvan para impedir estos deslices.