La Leyenda de Lylah Clare: Un Desastre Cinematográfico que los Progresistas Aman Odiar
En 1968, en el corazón de Hollywood, se estrenó una película que prometía ser un éxito rotundo, pero terminó siendo un desastre monumental: "La Leyenda de Lylah Clare". Dirigida por Robert Aldrich y protagonizada por Kim Novak, esta película se filmó en Los Ángeles y se lanzó con la esperanza de capturar la esencia del glamour y el misterio de la industria cinematográfica. Sin embargo, lo que realmente capturó fue la atención de aquellos que disfrutan de ver a la élite de Hollywood tropezar con sus propios excesos y pretensiones.
Primero, hablemos del argumento. La película trata sobre una actriz novata que es elegida para interpretar a una legendaria estrella de cine fallecida. A medida que se sumerge en el papel, comienza a ser poseída por el espíritu de la difunta estrella. Suena intrigante, ¿verdad? Pues no. La ejecución fue tan torpe que lo único que logró fue confundir a la audiencia. La trama se enreda en su propia complejidad, dejando a los espectadores más perdidos que un turista sin mapa en una gran ciudad.
El guion es otro desastre. Los diálogos son tan forzados y pretenciosos que hacen que una telenovela parezca una obra maestra de Shakespeare. Los personajes son caricaturas de sí mismos, sin profundidad ni desarrollo. Es como si los escritores hubieran decidido que la mejor manera de retratar a Hollywood era a través de un espejo distorsionado que solo refleja lo peor de la industria.
La actuación de Kim Novak, una actriz talentosa en otros contextos, es tan rígida y poco convincente que uno se pregunta si realmente estaba actuando o simplemente leyendo líneas de un teleprompter. Su interpretación de una mujer poseída por un espíritu es tan poco creíble que resulta cómica, pero no en el buen sentido. Es un ejemplo perfecto de cómo incluso los mejores actores pueden fallar cuando el material es deficiente.
La dirección de Robert Aldrich, conocido por su trabajo en películas como "¿Qué pasó con Baby Jane?", es sorprendentemente mediocre. Parece que se perdió en su propia visión artística, olvidando que el cine también debe ser entretenido. La película se arrastra a un ritmo glacial, haciendo que sus dos horas de duración se sientan como una eternidad. Es un recordatorio de que incluso los directores más aclamados pueden tener un mal día en la oficina.
La crítica fue despiadada, y con razón. "La Leyenda de Lylah Clare" fue destrozada por su falta de coherencia y su pretenciosidad. Sin embargo, en un giro irónico, algunos progresistas han intentado reivindicarla como una obra de arte incomprendida. Quizás ven en su fracaso un reflejo de sus propias luchas contra el sistema, o tal vez simplemente disfrutan de la idea de que una película tan defectuosa pueda ser considerada "arte".
En última instancia, "La Leyenda de Lylah Clare" es un recordatorio de que no todo lo que brilla es oro. Es una advertencia sobre los peligros de la pretensión y el exceso en el cine. Y aunque algunos puedan intentar encontrarle un significado más profundo, la realidad es que a veces un desastre es simplemente eso: un desastre.