Si alguna vez hubo un libro para enfurecer a la izquierda sin siquiera mencionarlos, ese sería “La Autocracia del Sr. Parham” de Herbert George Wells. Publicado en 1930, esta obra se sitúa en una ficticia Inglaterra donde el Sr. Parham, un profesor de historia ordinario, se convierte, gracias a un encuentro aparentemente sobrenatural, en un dictador con el poder absoluto de reconfigurar la sociedad a su antojo. Pero, ¿quién es realmente el Sr. Parham? Más importante aún, ¿qué nos dice su historia sobre el mundo de hoy?
Parham es un tipo común, un académico en busca del reconocimiento y la grandeza que siente se le han negado injustamente. Wells, conocido por su aguda habilidad para satirizar y, a veces, predecir el futuro, imagina a Parham transformándose en un autócrata con sueños de imponer su visión muy particular sobre una nación dormida. Es irónico y astuto cómo Wells presenta el control autoritario revestido en la forma de un "hombre del pueblo" —¿acaso no suena familiar, como una crítica oculta a tantas figuras del poder de su época y la nuestra?
Pero lo que realmente resalta en “La Autocracia del Sr. Parham” es cómo Wells logra encapsular el sueño distante de la perfección social a través del poder absoluto de un solo hombre. ¿Qué podría salir mal, verdad? Todo, absolutamente todo. La obsesión de Parham con implementar su orden ideal nos lleva al corazón de una reflexión sobre lo frágil de las utopías personales, especialmente cuando chocan con la inevitable imperfección de la humanidad.
La narración de Wells deja claro que cualquier forma de gobierno concentrada en las manos de uno o pocos lleva inevitablemente a su propia destrucción. Parham comienza creyendo en su misión casi mesiánica de unificar y elevar a su país. Sin embargo, su falta de comprensión sobre la diversidad y complejidades humanas le lleva a imponer un régimen rígido e inflexible, ignorando las sutilezas que componen el tejido social. ¿No es esta una lección contundente sobre las consecuencias de centralizar el poder?
Ahora, pongamos en contexto: el mundo en el que Wells escribió era uno de cambios sísmicos, con las sombras del totalitarismo comenzando a proyectarse sobre Europa. "La Autocracia del Sr. Parham" es una clara advertencia, envuelta en un cuento fascinante, sobre los riesgos de caer en el embrujo de la tiranía para arreglar los defectos de la democracia. Ya sabemos que los gobernantes autocráticos prometen arreglarlo todo con un chasquido de dedos.
Sin embargo, lo que muchas veces se les escapa a los críticos de tales centralismos —especialmente aquellos a los que no gusta que les nombren, pero sí, los liberales— es cómo estos relatos resaltan las falacias de un sistema donde unos pocos deciden por todos "por el bien común". ¿Qué podría salir mal cuando un solo hombre tiene el poder de moldear y decidir el futuro de todos sin oposición? Solo la historia misma.
Podría decirse que el Sr. Parham no es solo un personaje de ficción, sino un retrato atemporal de lo que ocurre cuando se permite que las voces más ensimismadas tomen las riendas. Es la personificación del error humano que trasciende el tiempo: el poder absoluto corrompe absolutamente. En su delirio de grandeza, Parham no solo supervisa un imperio que se desvanece, sino que, como tantos "hombres del pueblo" antes y después de él, se pierde a sí mismo.
Wells nos provoca, exponiendo el vínculo peligroso entre conocimiento y poder, y más aún, el potencial desastroso de cuando ambas se anidan en la misma persona sin control ni crítica. Un hombre que, creyendo tener todas las respuestas, es incapaz de ver que la diversidad de opiniones y voces no solo es saludable sino necesaria para el progreso.
A pesar de ser una obra de ficción, “La Autocracia del Sr. Parham” es una cápsula cultural que sigue resonando hoy en día cuando discutimos la libertad y los límites del poder. Siempre habrá un Parham que sueñe con conquistar el mundo, solo para descubrir que el mundo no puede, ni debe, ser conquistado por un solo hombre.
Wells nos enseña con maestría que, aunque algunos puedan soñar con el poder absoluto para "mejorar" la sociedad, tal sueño jamás supera las complejidades de la vida real unida por una red intrincada de individuos únicos. Este es un mensaje que los defensores del poder centralizado harían bien en recordar.