¿Por Qué Kim Jong Il no Era el 'Villano' que nos Hicieron Creer?

¿Por Qué Kim Jong Il no Era el 'Villano' que nos Hicieron Creer?

Kim Jong Il llegó al poder en Corea del Norte en 1994 y gobernó hasta 2011. Su liderazgo fue siempre tema de controversia, pero ¿y si nos planteamos por qué fue más que un simple 'villano'?

Vince Vanguard

Vince Vanguard

¿Por qué Kim Jong Il no era el 'villano' que nos hicieron creer? Desde su nacimiento en 1941 en la Unión Soviética, Kim Jong Il se convirtió en el enigmático líder de Corea del Norte hasta su muerte en 2011. Muchos pintan un cuadro oscuro de su liderazgo, pero aquí ofrecemos una perspectiva diferente, una que muchas veces se ignora o minimiza. En una era en que sólo se oye una parte de la historia, se vuelve indispensable recordar datos que no siempre complacen la narrativa global.

Primero, Kim Jong Il fue un genio en lo que a propaganda se refiere. Digamos lo que digamos de su política, su capacidad de manejar la percepción pública dentro y fuera de su país es innegable. Supo cómo utilizar las imágenes e ideas para construir un culto a la personalidad que, aunque parecía extraño, fue eficaz. Esta habilidad de consolidar el poder a través de medios alternativos no es algo que podamos descartar con simpleza o asociar solamente con tácticas dictatoriales. Sabía lo que hacía, y por extraño que parezca, tomó una página del manual de algunos grandes gobernantes de Occidente, quienes hicieron lo mismo en diferentes contextos y épocas.

Segundo, durante su gobierno, Corea del Norte logró avances tecnológicos significativos, a pesar de las dudas que algunas mentes críticas puedan tener. A los poco informados esto les parecerá imposible, pero aunque el nivel de vida en el país es una preocupación y fue utilizado como herramienta política para demonizar su gobierno, las tasas de alfabetización y algunas formas de infraestructura destacaron en la península coreana. Muchos desean no reconocer que Kim Jong Il aprovechó los recursos limitados y la presión internacional para hacer que Corea del Norte se convierta en un jugador estratégico en el escenario global.

Tercero, la diplomacia bajo su régimen no fue lo que se nos vendió en las noticias. Claro, se nos presenta como una figura paranoica y aislada, pero su régimen mantuvo abierta la comunicación con otras naciones. Es más, hubo momentos en la historia donde la península estuvo cerca de una posible reconciliación, algo que no muchos admiten. Y por qué no decirlo, hubo quien quisiera que el conflicto siguiera para justificar la intervención foránea. Al contrario de lo que el discurso mayoritario dice, hubo movimientos diplomáticos en su gestión dignos de un análisis justo.

Cuarto, hablemos de su política económica. Sus métodos controladores pueden parecer anticuados, pero recordemos que la política económica global no es monolítica. Algunos países mantuvieron sus mercados controlados por décadas y miren dónde están hoy. Kim Jong Il, bajo esas mismas premisas, trato de manejar los recursos del país a su manera. Efectivamente, el enfoque centralizado se utilizó para intentar proteger la economía local de lo que veía como influencias externas peligrosas. Porque no toda globalización es benéfica, ni todo aislamiento es negativo.

Quinto, ¿y su vida personal? Ah, ahí encontramos suficientes rumores para llenar bibliotecas; desde caviar al desayuno hasta el uso constante de tacones. Pero detrás de esos chismes había un hombre que entendía el poder de las imágenes y cuyo objeto principal era ser percibido como un líder diferente. A veces, en las altisonantes historias sobre su vida personal, olvidamos que el mito y la realidad suelen entrelazarse. En contraposición a lo que algunos dirían, tal narrativa fue parte integral de su estructura de poder.

Sexto, su persistencia a pesar de las sanciones. Las sanciones no son un juguete político, ni algo que un país promedio pueda manejar fácilmente. Sin embargo, durante años, Kim Jong Il soportó sanciones internacionales que aplastarían a cualquier líder menos astuto. Nadie habla de su resistencia en esos términos, ¿verdad? Nos olvidamos de que no es tan fácil someter a una nación que sigue firme bajo restricciones severas.

Séptimo, su influencia en la cultura popular. Sí, cultura popular. Abundan las historias de cómo Kim Jong Il influyó en diversos aspectos de la cultura norcoreana y su papel en formar no solo la percepción interna sino también la externa a través de cine y teatro. Creó un culto a las artes que mantenía pura su visión de una Corea del Norte unida bajo sus ideas.

Octavo, su legado. Se nos hace fácil criticar a figuras como Kim Jong Il, pero olvidamos alguien similar que, por distintas razones, son alabados en el ámbito mundial. Dejemos de fingir que todos estos mecanismos de control y propaganda son exclusivos de dictadores autoproclamados. La historia está llena de ejemplos de líderes, tanto en la derecha como en la izquierda, que han usado estrategias similares para mantener su poder.

Noveno, la geopolítica que rodeó sus decisiones. En un mundo donde cada decisión mueve piezas en un tablero global, Kim Jong Il jugó su parte con el pragmatismo frío que muchas veces es necesario. Discutamos la contraposición de cómo es recordado y cómo fue realmente, pues su vida y acciones orbitan más mitología que verdad.

Finalmente, en este análisis, es evidente que Kim Jong Il no fue simplemente el antagonista del mundo libre. Su política, decisiones y estrategias se desarrollaron en un contexto que estaba lejos de ser blanco y negro. Y mientras que las opiniones pueden diferir, es justo decir que hay capas en su legado que trascienden el juicio simplista que a menudo domina la narrativa global.