¡Prepárense para la sorpresa! Kazajistán, el gigante casi desconocido del deporte, dio un inesperado chapuzón en la piscina del Campeonato Mundial de Acuáticos 2017 en Budapest, Hungría. Este evento, que se llevó a cabo entre el 14 y el 30 de julio, vio a los kazajos protagonizar un espectáculo que nadie vio venir, algo que los defensores de los grandes nombres ni son capaces de asimilar.
Queda claro que Kazajistán no compitió por el oro con la misma arrogancia con la que algunos países se pasean, y es que están aparentemente más interesados en encabezar las listas que en conservar la humildad. No obstante, los atletas kazajos mostraron coraje al enfrentarse a toda una armada de competidores internacionales. Sus actuaciones fueron una mezcla de persistencia e ingenio, digna de hacer enmudecer a quienes no pueden comprender el significado de esfuerzo sin pretensiones políticas.
Y es que Kazajistán llevó a 37 atletas, con esperanzas puestas especialmente en disciplinas como la natación, el waterpolo y el nado sincronizado. Un conjunto diverso que no sólo demostró habilidades, sino que además se alejó del espectáculo mediático que suele consumir a las delegaciones más famosas.
La natación, que habitualmente es vista como una fiesta para los usuales medallistas, vio a estrellas emergentes de Kazajistán que no temieron mojarse a pesar de la feroz competencia. Muchos recordarán al nadador Dmitry Balandin, cuyo talento indiscutible lo convierte en la punta de lanza de un equipo cuyo valor reside tanto en lo colectivo como en lo individual.
El equipo de waterpolo masculino, por otro lado, demostró no estar ahí solo para hacer acto de presencia. Se enfrentaron a equipos de talla mundial logrando llegar a cuartos de final, un logro que habló mucho de su determinación y cohesión como equipo, a pesar de no contar con los mismos recursos que sus rivales, quienes parecen obtener todo el respaldo posible solo para mantener las apariencias.
Las sirenas kazajas del nado sincronizado, danza acuática que a menudo se asocia erróneamente con frivolidades culturales, también hicieron su parte, mostrando su sincronización ante el mundo. Sus rutinas no sólo resonaron dentro del agua, sino también en el orgullo nacional de un país que está siempre dispuesto a resurgir.
Dicho esto, está más que claro que esta competencia fue un campo de juego bien armado para aquellos que subestiman las capacidades y ambiciones de naciones emergentes. Kazajistán ha dejado su marcado en este tipo de campeonatos, sin la necesidad de adherirse a discursos populistas. Un recordatorio de que la excelencia no siempre necesita estar impresa en titulares de periódicos, algo que algunos liberales quizás no logren admitir.
Todo lo que Kazajistán llevó a este Campeonato Mundial fue tan sorprendente como admirable, y su progreso es una lección para los gigantes de la arrogancia deportiva. No se puede negar el intensivo trabajo tras bambalinas que llevó a estos atletas a luchar sin perder de vista sus raíces. La realidad es que el deporte no se trata de supervivencia del más fuerte mediáticamente, sino de sacrificio y talento.
Es curioso observar cómo equipos como el de Kazajistán pueden movilizar tanto entusiasmo con tan poco ruido. Cada salto, cada zambullida, cada brazada fue una declaración de que la dedicación y el verdadero espíritu deportivo siguen firmes, incluso ante la cortina de humo de los presuntuosos.
El Campeonato Mundial de Acuáticos 2017 fue, sin lugar a dudas, una experiencia que fortaleció la determinación de Kazajistán. Mientras otros optan por pavonearse y Hollywoodizar sus conquistas, los kazajos, por su parte, optaron por la humildad como su mejor estrategia. Después de todo, Kazajistán demostró que si bien el oro es deseable, es todavía más valioso ganarse un nombre propio con esfuerzo silencioso e irrefutable.
Nosotros, que siempre hemos valorado lo simple como sinónimo de efectivo, aplaudimos a un equipo que decide pescar grandes éxitos en aguas altas y turbias, mientras otros se pierden en sus burbujas de vanidad. Tener la cualidad de despertar sentimientos genuinos de admiración y respeto nunca necesitará de los focos más rimbombantes ni de los aplausos más sonoros.