Vamos por partes: imagina a un pastorcito troyano, Paris, obligado a tomar la decisión más imposible de la historia: decidir cuál diosa es la más hermosa entre Hera, Atenea y Afrodita. Lucas Cranach el Viejo, un destacado pintor alemán del Renacimiento, capturó magistralmente esta escena mitológica en "Juicio de Paris", y una de sus versiones ha encontrado su hogar en Nueva York, donde no deja a nadie indiferente. Este cuadro, que es a la vez fascinante e irónico, fue pintado alrededor de 1528. Pero ¿por qué tanto revuelo?
Bueno, para empezar, el colorido y audaz tratamiento de las diosas en la pintura no sólo refleja la habilidad artística de Cranach sino que también sus posibilidades de hacer comentarios sociales. En plena época del Renacimiento, mientras se gestaba el auge del pensamiento clásico que echó abajo muchas ideas cerradas de la Edad Media, Cranach se atrevió a criticar los temas de poder, belleza y moralidad con este cuadro.
Viendo la escena, el campesino Paris es presentado con una responsabilidad absurda: decidir el destino del mundo a través de un concurso de belleza entre deidades. ¿Te preguntas por qué Atenea, diosa de la guerra y la sabiduría, estaba preocupada por su belleza física? Exactamente, porque esto pone en tela de juicio nuestras percepciones de lo que realmente importa. Aquí es donde uno se pregunta: ¿por qué está en Nueva York y no en Alemania? Un cuadro tan cargado de valor cultural e histórico podría estar reclamado por cualquier museo del mundo, pero su presencia en Nueva York parece una metáfora del "sueño americano" de siempre querer lo mejor y lo más bello, incluso si originalmente no es tuyo. Es una suerte de ironía que hace de Nueva York el lugar propicio para acoger esta obra maestra del cinismo histórico y estético.
Ahora piensa en el contexto del museo que lo alberga, el Metropolitan Museum of Art. Estamos hablando de una ciudad con una clara tendencia a ser liberal, ¿no? Ironías del destino. En este entorno, el cuadro parece no simplemente coexistir, sino provocar y acentuar el debate sobre quién decide qué es arte y qué se considera como bello e importante. Es aquí donde entran las discusiones en torno a la financiación del arte, sus interpretaciones alineadas con ideas contemporáneas progresistas, etc. El arte debe ser provocador, ¿o qué sentido tendría? Desafortunadamente, esto parecería resultar incómodo para algunos sectores.
Pasemos a discutir el punto estético. Observa cómo Cranach va al grano. Las diosas se presentan en una posición que es a la vez venerada y vulnerable. Nuevamente, la ironía nos recuerda que el desprecio hacia el juicio de una figura tan inexperta como Paris nos deja ver que el mundo tomó un curso para nada racional sino más bien caprichoso desde sus propios inicios mitológicos. La pintura de Cranach carga con el peso de generación tras generación tratando de descifrar las complejidades humanas a partir de la simple belleza física. No es de extrañar que siga atrayendo estudiosos, admiradores y críticos por igual.
Y claro, no podemos obviar la maestría técnica del propio Cranach. Con su inigualable manejo del óleo, el detalle meticuloso de los rostros y el uso calculado de los colores, transforma esta simplificación de mitología clásica en algo universalmente atractivo y eternamente relevante. Cranach no se limitó a la recreación de lo mitológico, sino que trató temas de la moralidad del poder, de las decisiones juveniles que marcan el destino y de la inequívoca atracción humana por lo que se considera "bello".
¿Qué sucede cuando te atreves a profundizar un poco más? Esta pintura fuerza a cualquier espectador a observar no solo una representación pintoresca del mito, sino las implicancias y reflejos socio-políticos que representa. Si una pintura históricamente ubicada en Nueva York logra despertar preguntas sobre cómo percibimos la belleza, el poder y la responsabilidad, entonces estamos hablando no sólo de arte, sino de una poderosa discusión cultural que sigue resonando varios siglos después.
Así que, no te engañes pensando que es solo una pieza de museo más. "Juicio de Paris" de Cranach sigue siendo una llamada de atención a nuestras propias falencias como sociedad, alojada inteligentemente en el corazón palpitante de Nueva York, donde probablemente seguirá inspirando e incomodando por generaciones venideras.