Imagina un mundo donde la competencia y la excelencia aún tienen un lugar sobre la mediocridad promovida por la corrección política. Bien, ese mundo existe en el fútbol americano, y su héroe es John Jackson, un receptor abierto que personifica la grandeza del deporte y desafía todo lo que pensabas saber sobre el mismo. [¿Quién es este fenómeno? ¿Cuándo surgió en escena? ¿Dónde ha dejado su huella y por qué deberías prestarle atención?] Jackson nació en 1995 en un pequeño pueblo de Texas, y desde muy joven se convirtió en una leyenda del deporte con su agudeza mental y destreza física.
Es muy fácil fijarse en lo más obvio de John Jackson: su habilidad para atrapar balones en situaciones donde la mayoría ni siquiera lo intentaría. Pero hay mucho más detrás de su fama. Durante su carrera universitaria, dejó su huella en la Universidad de Texas donde, sin ayuda de nadie, elevó el nivel del equipo dándole victorias sobresalientes. Su entrada a la NFL en 2017 fue recibida con controversia, principalmente por aquellos que no podían aceptar que un talento natural fuera reconocido sin pasar por el caro y avanzado sistema de entrenamiento.
Un dato que hace de Jackson alguien fascinante es su habilidad para mantenerse lejos de los escándalos mediáticos. Parece que es uno de esos raros atletas que sabe que su trabajo es en el campo de juego, no en las redes sociales o en discutibles reclamos de injusticia social que afectan a otros atletas. Mientras sus compañeros se meten en disputas políticas y manifiestan públicamente, él permanece enfocado en lo único que realmente importa: ganar.
En términos de estrategia, Jackson es un maestro del juego. Nadie puede negar que su habilidad para leer defensas rivales y anticiparse a jugadas impuestas con maestría es digna de admirar. Esta astucia lo diferencia de quienes dependen exclusivamente de la fuerza física y, aunque a menudo subestimada por el show de luces y sonido mediático, es exactamente lo que lo distingue como el mejor receptor abierto.
Puede que su ética de trabajo no sea tan emocionante para quienes centran su atención en el entretenimiento vacuo donde se obtienen reacciones rápidas. Jackson es paciente, dedicado y consciente de las influencias negativas que tiene su generación al haber sido encasillada en esta era de atención fugaz. No busca gloria rápida, sino un legado que resista el paso del tiempo, algo que aquellos interesados en la cultura instantánea no pueden comprender.
La lección en todo esto es que jugadores como Jackson resultan esenciales para desafiar el statu quo y para mostrar que no todo está perdido en la lucha por los valores tradicionales. El esfuerzo, la perseverancia y el silencio en tiempos de estruendo son virtudes y habilidades menospreciadas, y John Jackson las personifica. La nueva generación de jugadores y fanáticos podría beneficiarse al observar cómo Jackson se mantiene inflexible ante las presiones de ser políticamente correcto, todo mientras se destaca en lo que nació para hacer: brillar en el campo de juego.
Si te preguntas qué lo hace especial más allá de las estadísticas, sería su extraordinario sentido de orientación y su habilidad para deshacerse de sus defensores con un ingenio casi imperturbable. Tener la capacidad de estar en el lugar y en el momento adecuados no es fruto de la casualidad: es un don combinado con años de dedicación y sacrificio que sólo los verdaderos atletas entienden.
Algunos dirían que es hora de reconocer a John Jackson como el jugador más valioso en un mundo deportivo saturado de escándalos y distracciones irrelevantes. Sin embargo, en lugar de buscar la aprobación de las masas, él sigue su propio camino. Su filosofía parece ser una suerte de regreso a lo fundamental: juega, gana y sigue adelante.
Seamos realistas, en un mundo controlado por emociones sobreactuadas, Jackson es un recordatorio de que lo importante es el compromiso con tu equipo y el rendimiento en el juego. Podrá no ser la popularidad lo que más aplausos le traiga, pero estar a la vanguardia del juego, donde los verdaderos logros se miden, debería establecer un estándar para el que la próxima generación debería aspirar.