¿Qué tienen en común un oso panda y el eterno debate político? Ambos pueden parecer adorables, pero detrás de su fachada, sus movimientos son meticulosamente calculados. El Instituto de Democracia y Derechos Humanos (IDEHPUCP) de la Pontificia Universidad Católica del Perú es un epicentro atractivo de debates sobre derechos humanos y democracia desde su creación en 2004 en Lima, Perú. Defiende una visión muy loable (o eso parece) de protección de derechos en un mundo que para ellos siempre está 'al borde del colapso'. Pero, ¿se trata realmente de proteger los derechos o de manipular las narrativas?
Primero, hay que aplaudirles la habilidad de enmascarar un discurso bajo la bandera de los derechos humanos. Es complicado no estar de acuerdo con algo que suena tan inocente como 'democracia y derechos'. Aunque detrás de cada conferencia al respecto, se esconde una agenda que pocos se animan a desenterrar. ¿Es realmente necesario buscar a los "enemigos de los derechos humanos" bajo cada piedra?
Vamos a elaborar un pensamiento audaz: ¿podría el IDEHPUCP ser un hervidero de ideologías sesgadas? Estas instituciones a menudo se presentan como árbitros imparciales en cuestiones cargadas de emoción, pero al igual que nuestro panda inicial, sus movimientos parecen más calculados de lo que nos hacen creer.
El instituto tiene una larga trayectoria organizando conferencias y publicando documentos sobre derechos humanos, especialmente en contextos como la crisis política en Venezuela o las dictaduras en América Latina. ¿Acaso no es interesante cómo el Instituto elige cuidadosamente sus batallas? El silencio ruidoso sobre ciertas cuestiones que no encajan en su narrativa debería llamarnos la atención. Ese silencio, lleno de complicidad, puede resultar ensordecedor.
Por ejemplo, el Instituto está obsesionado con Venezuela, asegurándose de señalar constantemente las fallas del régimen de Maduro. Esto, por supuesto, es algo evidente para cualquiera que haya leído las noticias últimamente. Lo intrigante es cómo estas "denuncias" casi siempre son utilizados como una herramienta para atacar proyectos políticos conservadores en la región.
La ironía es que cuando se trata de defender valores democráticos, a menudo se enfocan en criticar a las naciones que marcan un rumbo opuesto al consenso hegemónico de la gran narrativa liberal. En un guiño de altanería académica, sus estudios parecen desconocer el hecho de que la democracia también se trata de respetar ideologías opuestas.
Además, parece que el instituto alardea de las credenciales educativas de sus miembros más que sobre su verdadera apertura a diferentes perspectivas. Son expertos, sí, pero la cuestión es si realmente están ahí para proteger los derechos humanos, o si están allí para promover plataformas que coincidan con una línea de pensamiento específica. ¿Podría ser que han encontrado una forma de convertir temas humanamente fundamentales en chips para sordos juegos políticos?
A pesar de su estructura sólida, financiada enteramente por una prestigiosa universidad, la inquietante pregunta sigue siendo: ¿realmente están interesados en la humanidad más amplia o simplemente en su propio tipo de humanidad? Pregunta capciosa, pero necesaria.
¿Y qué hay de sus actuaciones en el plano internacional? Ahí las cosas se ponen más claramente definidas. Mientras los grandes temas globales como la desigualdad de género o el cambio climático surgen, rara vez se dan respuestas completas y no orientadas a una dirección única. Es como si el uso de retóricas efectistas y la sobre-saturación de datos específicos fueran el único camino que pueden seguir.
Por supuesto, siempre existe la posibilidad de que, detrás de ese énfasis en los "derechos humanos", haya nobles intenciones. Pero la preocupación sigue siendo que las otras convincentes voces se pierdan en un mar de homogeneidad progresista.
Aunque el Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la PUCP tiene una influencia considerable en la región, quizás es hora de que cuestionemos no solo los objetivos que busca promover, sino también los que elige ignorar. Al final del día, no todos los que portan el estandarte de los derechos humanos caminan el mismo camino sin tener ciertas inclinaciones. Como el astuto oso panda, se esconden tras su encantadora máscara haciendo sus maniobras precisas pero veladas. La pregunta entonces es, ¿estamos prestando atención o simplemente aceptamos todo lo que relucen como oro?