Billie Eilish, en su álbum "When We All Fall Asleep, Where Do We Go?", nos trae una pieza musical que desafía lo convencional: "Ilomilo". Esta canción ahonda —sí, esa es la palabra correcta— en sentimientos profundos de pérdida y ansiedad que nuestros padres, abuelos, y en general, cualquier persona del pasado, nunca imaginaron experimentar de la misma manera.
En "Ilomilo", Eilish deja entrever una vulnerabilidad que refleja el sentir de toda una generación hiperconectada pero emocionalmente aislada. La letra es un claro ejemplo de cómo las formas modernas de comunicación no siempre logran conectar a las personas en un nivel genuino. Esta es una generación que, irónicamente, se siente más sola que nunca, a pesar de estar a un mensaje de texto de prácticamente cualquiera.
La canción toma su nombre de un videojuego que también explora el tema del reencuentro, simbolizando el miedo a la separación. ¡Qué bonito paralelismo!, pensarán algunos. Pero la realidad es que "Ilomilo" nos está mostrando un lado mucho más oscuro: el de una juventud perdida en un océano de conexiones digitales y emociones superficiales.
Entonces, ¿qué nos dice "Ilomilo" realmente? Mientras la izquierda a menudo romantiza estos sentimientos de vulnerabilidad como si fueran necesarios para el crecimiento personal, un enfoque más pragmático debería recibir mayor atención. La canción habla sobre perder a alguien y el miedo a no encontrarlo de nuevo, pero lo hace desde una posición de aceptación pasiva en vez de transformar ese miedo en algo constructivo. Mientras cantos como este pueden despertar simpatía, también es esencial que las nuevas generaciones reconozcan sus propias capacidades para superar esas inseguridades y emociones debilitantes, en lugar de quedar atrapadas en ese ciclo de desesperación y fragilidad emocional.
La generación de nuestros abuelos nunca hubiera entendido un lamento tan exasperante sin tratar de encontrar una solución. De hecho, muchos de ellos lidian con la vida con una resiliencia que es difícil de encontrar hoy en día. ¿A qué nos enfrentamos ahora? Una juventud que en lugar de soluciones, recurre a canciones tristes y redes sociales, buscando como ancla un sentido de validación externa.
Un diccionario de emociones modernas, si podemos llamarlo así, parecería esconder siempre las palabras "ansiedad" y "tristeza" bajo la alfombra de lo "profundo" y lo "auténtico". Es un testimonio de nuestro tiempo que debe ser confrontado con fuerza, no simplemente aceptado y acunado como si fuera lo único a lo que aspirar.
Eilish nos ofrece un espejo aterrador, pero tal vez, justo lo que necesitamos para entender que no es tarde para buscar un propósito mayor que abarque decisiones verdaderamente trascendentes. El narcisismo disfrazado de vulnerabilidad genuina es una trampa de seguridad que nos aleja de soluciones realistas y efectivas. Es hora de apostar por una fortaleza personal que no dependa de los píxeles en una pantalla o los acordes de una canción.
El fenómeno de "Ilomilo" es un cuento de advertencia sobre el culto a las emociones negativas. Deberíamos entender las preocupaciones de esta generación, sí, pero con el fin de fortalecer, no de sumirnos más en la pasividad emocional. La madurez de carácter no se construye desde la aceptación de la fragilidad, sino desde la superación de esa debilidad. Y eso es algo que las mentalidades más prácticas entre nosotros ya lo tienen claro hace mucho tiempo.
Es hora de dejar atrás el concepto de que las canciones que narran la miseria interna son lo que define una cultura auténtica y profunda. Lo auténtico debería construir y fortalecer, no debilitar y entristecer. Dejemos que "Ilomilo" sea una lección de lo que pasa cuando nos rendimos ante la vulnerabilidad sin cuestionar si ese es realmente el camino correcto.