El Exilio Dorado: Judíos en Hong Kong y Su Historia No Contada

El Exilio Dorado: Judíos en Hong Kong y Su Historia No Contada

Descubre la historia poco conocida de los judíos en Hong Kong, quienes transformaron esta ciudad con su espíritu emprendedor y legado cultural.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

¿Sabías que Hong Kong no solo es famoso por sus rascacielos y su vibrante comercio sino también por tener una de las comunidades judías más interesantes del Lejano Oriente? Mientras los liberales están ocupados queriendo destruir cualquier rastro de cultura que no se alinee con su narrativa, es esencial recordar la historia valiente y emprendedora de los judíos en Hong Kong. Esta saga comienza a mediados del siglo XIX, cuando los negocios, el comercio y, digámoslo sin rodeos, la búsqueda de mejores oportunidades llevaron a los sefardíes –provenientes de Irak e India principalmente– a establecerse en esta próspera ciudad portuaria. Aquí, exploraremos una de las historias más fascinantes del mundo moderno: judíos en Hong Kong.

Para hablar de quiénes hicieron que esta comunidad arraigara tanto, debemos mencionar a los famosos Sassoon, los Rothschild del Este. Establecidos en Hong Kong principios del siglo XIX, los Sassoon hicieron una fortuna masiva con el comercio de opio, textiles, y turismo, entre otras cosas. Pero no solo se trataba de riqueza, también hablamos de poder. Esta familia y otros judíos sefardíes no solo contribuyeron al crecimiento económico de Hong Kong sino que también fueron pilares en la construcción de infraestructura y soporte social.

Imagina llegar a un lugar como Asia, teniendo la desventaja de ser una minoría étnica y religiosa. Pero aquí, los judíos no solo encontraron formas de integrarse, sino que prosperaron, apalancando las libertades económicas que este mercado ofrecía. Hong Kong era (y sigue siendo) un faro de oportunidad para aquellos que se atreven, y los hombres y mujeres de la diáspora judía no hicieron la excepción. Desde negocios de importación-exportación hasta bancos e instituciones financieras, las contribuciones de los judíos en Hong Kong son profundas y generalizadas.

A mediados del siglo XX, irónicamente, también llegó un nuevo tipo de empresario judío: el exiliado del Holocausto. Lo mismo en Shanghái que en Hong Kong, miles encontraron aquí refugio ante la barbarie en Europa. En ambos casos, su legado refleja una capacidad innata para renacer, una y otra vez. Hoy, la comunidad judía en Hong Kong es pequeña pero vibrante, con alrededor de 5,000 personas activas mantenientes de su herencia cultural y religiosa.

Pasemos al quién era quién en este contexto. La familia Kadoorie es otro ejemplo de judíos influyentes que dejaron una huella indeleble en Hong Kong. Originalmente de Bagdad, Sir Elly Kadoorie y sus descendientes llegaron a establecer negocios tan renombrados como el Hotel Península y la planta eléctrica China Light and Power. Hablemos de un éxito casi inimaginable: cómo estos pioneros se levantaron al nivel de la alta sociedad en una tierra extranjera. Leyendo entre líneas, vemos que el éxito de los judíos en Hong Kong no resulta del azar. Claramente, surge de una combinación de determinación, visión y trabajo duro, cualidades que vale la pena emular en cualquier parte del mundo.

Y sin embargo, donde hay éxito siempre existen detractores. En esas jornadas laborales de días extenuantes y negocios al límite, no faltaron los críticos de la comunidad judía que –para variar– los acusaban de ser demasiado exitosos, demasiado visibles. Es la antigua historia de siempre, en la cual el trabajo arduo de una minoría exitosa incomoda al status quo.

Sin embargo, enfrentando oposiciones y desafiando los prejuicios, los judíos no solo sobrevivieron sino que triunfaron. ¿Y el porqué de su migración inicial? La búsqueda de oportunidades sin las restricciones que traen consigo gobiernos pesados y regulaciones asfixiantes. En una ciudad construida sobre el laboroso sudor de tantas manos extranjeras, la historia de los judíos en Hong Kong es la quintaesencia de lo que es aprovechar al máximo las oportunidades de mercado.

Hoy, Hong Kong tiene sinagogas, centros comunitarios judíos, al igual que redes de negocios judíos que continúan floreciendo. Además, la comunidad no ha dejado que sus logros queden en el olvido; no han permitido que su impacto sea minimizado por narrativas fugaces que olvidan la esperanza y el legado que venían construyendo desde hace casi dos siglos.

Esta es la historia, que, sorprendentemente, muchos liberales prefieren no recordar, sobre todo cuando no se alinea con su perspectiva particular. Quizás es tiempo de aprender algo del espíritu judío de Hong Kong: no simplemente sobrevivir sino hacerse parte integral del tejido social sin sacrificar la identidad.

Entonces, la comunidad judía de Hong Kong es más que una simple nota al pie de página en la vastedad de nuestra historia global. Es un faro de lo que se puede lograr cuando aspiraciones individuales y colectivas encuentran un terreno fértil. Tal vez deberíamos poner atención, porque su historia tiene mucho que enseñarnos.