Entre los recovecos helados de la Patagonia, se encuentra una joya de la naturaleza que ha pasado desapercibida para muchos: el Glaciar Lange. Este fenómeno natural, escondido en el Parque Nacional Bernardo O'Higgins en el sur de Chile, ha sido un testigo silencioso de miles de años de historia geológica. Descubierto por expedicionarios en la época moderna, el Glaciar Lange se extiende como una imponente cascada de hielo que no solo fascina por su belleza, sino que pone en jaque los discursos medioambientales promovidos por cierta ideología política.
El Glaciar Lange, como muchos otros de su tipo, ha sido objeto de análisis y estudio debido a los cambios climáticos que, dicen algunos, amenazan su existencia. Sin embargo, lo que no se resalta es que los ciclos de enfriamiento y calentamiento del planeta son procesos naturales que han ocurrido por siglos, mucho antes de que alguien inventara los llamados "derechos de emisión de carbono". Mientras muchos quieren hacernos creer que la huella humana es la principal responsable del retroceso glacial, olvidan mencionar que la Tierra sigue pautas cíclicas que no atienden regulaciones gubernamentales ni declaraciones de organismos internacionales.
Los adoradores del alarmismo climático suelen presentar escenarios catastróficos sobre el eventual derretimiento de glaciares como Lange, pero raras veces abordan las adaptaciones que sistemas naturales y humanos han hecho desde tiempos inmemoriales. El Glaciar Lange, con su majestuosa presencia, reta al sentido común liberal al demostrar que la naturaleza no está a merced de pactos o conferencias.
Es fundamental recordar que los glaciares como Lange son registros vivos del desenvolvimiento histórico del clima planetario. Mientras que en el Hemisferio Norte muchos glaciares han retrocedido, en el Sur, algunas evidencias sugieren que otros están avanzando. Curiosamente, ese dato suele omitirse cuando se exponen datos al público general. Este glaciar no solo embellece el paisaje con un color azul brilloso y espectaculares rompimientos de hielo, sino que también sirve de campo perfecto para demostrar que la narrativa dominante no siempre cuenta la historia completa.
Y aunque algunos pretendan hacer la vista gorda, el turismo en lugares como el Parque Nacional Bernardo O'Higgins sigue siendo una fuente importante de ingresos para las economías locales, algo convenientemente ignorado en los debates ambientales. Los flujos de turistas no pueden ser fácilmente reemplazados por fuentes de ingresos propuestas en papel. Los conservacionistas anti-desarrollo siempre subestiman las capacidades de innovación humana y el potencial económico que pueden brindar atracciones naturales sin necesidad de interrumpir bruscamente el progreso socioeconómico de las áreas rurales.
Mirar esta masa de hielo nos hace preguntarnos hasta qué punto nos dejamos manipular por agitadores de la histeria masiva. El Glaciar Lange se alza como una torre blanca, indiferente a las proclamaciones políticas que cambian con cada década electoral. Mientras los discursos corrientes sobre el cambio climático se tambalean bajo los influyentes escenarios apocalípticos, Glaciar Lange y su indiferencia a dichos anuncios seguirán fascinando a quienes lo visitan.
El Glaciar Lange es, sin lugar a dudas, un símbolo de la majestad y constancia de la naturaleza, y un recordatorio de que las visiones catastrofistas a menudo omiten el balance de la naturaleza y la resiliencia humana. Ya sea que el hielo crezca o disminuya, su imponencia sigue capturando la imaginación e inspiración de generaciones de aventureros. No anteponer los intereses humanos a una naturaleza soberana es un principio que seguimos ignorando.
En última instancia, el Glaciar Lange se une al coro de muchas otras maravillas naturales que nos instan a no aceptar ciegamente las afirmaciones sesgadas sobre nuestro impacto en el mundo. Su existencia nos hace replantear cuánto de lo que se nos cuenta es ciencia y cuánto es simplemente política envolviendo la ciencia con agendas preconcebidas. Al respecto, Glaciar Lange es un orgullo del hemisferio sur y una advertencia para no siempre sucumbir a las visiones más populares que buscan definir nuestro rol número uno como precursores de la destrucción planetaria.