Gesine Schwan: La Rosa Roja del Socialismo Alemán

Gesine Schwan: La Rosa Roja del Socialismo Alemán

Gesine Schwan, una socialista convencida que fascinó al Partido Socialdemócrata (SPD) en Alemania hasta el punto de postularla dos veces para la presidencia sin ganar. ¿Por qué sus políticas no convencen a los votantes? Descúbrelo aquí.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

Si alguna vez te preguntaste cómo alguien puede ser una candidata seria a la presidencia alemana—dos veces—y no ganar, entonces, ¡Gesine Schwan es tu respuesta! Nacida en Berlín el 22 de mayo de 1943, Schwan ha sido una figura intrigante en la esfera política de Alemania. Hija de un abogado que perdió su trabajo durante el Tercer Reich, Schwan creció en un ambiente académico. Desde la universidad, donde estudió Ciencias Sociales, hasta su papel como Presidenta de la Universidad Europea Viadrina, ha sido una ferviente abogada del socialismo. Pero su nombre se escribe con letras rojas particularmente intensas debido a su relación con el Partido Socialdemócrata (SPD). ¿Quién más podría presentarse como candidata presidencial del SPD en 2004 y nuevamente en 2009 y lograr perder ambas veces? Eso parece a prueba de balas (en el mal sentido).

Gesine Schwan, en esencia, es el epítome de la ineficacia socialista típica. Su carrera política es un ejemplo perfecto de las aspiraciones socialistas que se estrellan contra el muro de la realidad. Se posicionó como una intelectual pública, que aboga por políticas que ponen al Estado en el centro de todo, desde la economía hasta la cuestión migratoria, y aquí es donde comienza a tornarse interesante, o quizás preocupante. Si buscas en sus discursos y publicaciones, encontrarás un patrón común: una defensa ardiente de un Estado de bienestar omnipresente, al estilo de lo que les encanta a algunos sectores.

Primero, hablemos del gran amor de Schwan: la educación. Bajo su dirección como presidenta de la Universidad Viadrina, predicó por una globalización educativa que, en teoría, no suena mal. Pero cuando desmenuzas sus propuestas, encuentras la pesada sombra del intervencionismo estatal. La educación, para Schwan, no puede ser simplemente un espacio de crecimiento personal; debe ser un vehículo para la ingeniería social. Sacar a relucir esas ideas en una nación que ya carga con un pesado sistema burocrático educativo no es exactamente lo más esperanzador.

En segundo lugar, está su visión sobre la política migratoria. Ah, el viejo sueño socialista de fronteras abiertas. Schwan ha sido una firme defensora de abrir las puertas de Alemania incluso cuando el país ha estado lidiando con los problemas sociales derivados de una inmigración masiva. Mientras que algunos aplauden su postura humanitaria, se podría argumentar que esta es una postura separada de la realidad de las consecuencias económicas y culturales.

Tercero, es su enfoque sobre la igualdad de género. Schwan no solo es partidaria de la igualdad de oportunidades, sino que parece estar convencida de que el Estado debe intervenir aún más para corregir las desigualdades de género. Y no, no estoy hablando sólo de conseguir mejores leyes laborales. Estoy hablando de esa convicción radical socialista de remodelar la sociedad entera desde las bases, algo que nunca ha terminado muy bien en ningún lugar del mundo.

Cuarto en nuestra lista, su relación con la memoria histórica alemana. Schwan ha trabajado incansablemente para procesar el pasado nazi de Alemania, y eso, sin duda, es digno de respeto. Pero, fiel a su estilo, nunca perdió la oportunidad para inmiscuirse en debates que, más que aportar claridad, a menudo oscurecían las discusiones en torno a la identidad y propósito de la nación alemana.

Para todos aquellos que idolatran a figuras intelectuales, el quinto puesto lo ocupa su fanatismo por Habermas, aquella figura intelectual que fascina a los académicos europeos más progresistas. ¿Pero en realidad sus teorías son aplicables al mundo real? Cuando te enfrentas a desafíos políticos y sociales concretos, las teorías no siempre pasan la prueba del mundo real.

Sexto, miremos rápidamente cómo Schwan, con su inclinación evidente hacia la burocracia, es la imagen clara del por qué ciertos gobiernos no logran entender el potencial del libre mercado para la creación de riqueza y progreso. Es más que probable que la Alemania que Schwan visualiza no cuente con el dinamismo económico para sostener los programas sociales que tanto defiende.

Séptimo, está el tema de su coordinación bajo la Comisión Independiente para la Educación y la Ciencia, donde usa su plataforma para seguir proclamando una administración centralizada de las ciencias. Para algunos, esto podría sonar eficiente. Para otros, es una distopía en acción.

Octavo, durante su segunda candidatura en 2009, Schwan se enfrentó de nuevo al fracaso. Y esto nos dice mucho más que sus políticas. Podría considerarse un signo de los tiempos que sus utópicas preocupaciones no lograron convencer a los electores.

Noveno, no podemos dejar de lado su constante deseo de dialogar con movimientos izquierdistas fuera de Alemania. En una época donde cada país lucha por establecer sus prioridades internas y proteger sus intereses, Schwan nos dice en sus acciones que apoyarse tanto en lo internacional sin solucionar lo doméstico, puede ser el camino equivocado.

Por último, el décimo golpe para quienes aún creen en sueños imposibles: Schwan, como otros intelectuales progresistas, representa un diseño socioeconómico que podría estar más cerca de una ideología que de una adaptabilidad pragmática. Es la historia vieja: los ideales chocando con la dura realidad del mundo real. Su permanencia en política demuestra que, incluso en su patria, los sueños tienen límites.

Eso sí, si algún día siento ganas de revivir una de esas revoluciones que nunca se concretan, siempre puedo recurrir a Gesine Schwan. Al final del día, la pregunta es: ¿Estamos listos para seguir los pasos de Schwan hacia un Estado más paternalista, o preferimos asirnos al dinamismo del individuo? Todos sabemos cuál es la elección que nos llevará más lejos.