Si alguna vez has escuchado sobre un lugar donde las murallas hablan, es Fuerte Saint-Jean. Ubicado en Marsella, este fuerte impresionante fue erigido para asegurar la entrada del puerto en el siglo XVII por el omnipotente Luis XIV. Desde sus muros hasta su historia, cada rincón de Saint-Jean susurra relatos de poder y defensa que nos lleva a cuestionar si hoy en día estaríamos mejor si mantuviéramos esta fortaleza como símbolo de autoridad y orgullo nacional. La razón por la que aún sigue en pie no es solo por sus piedras sino por su papel como recordatorio de la grandiosa era en que se construyó, allá por el año 1660.
Fuerte Saint-Jean, a lo largo de los siglos, ha estado vinculado a eventos trascendentales, desde los Caballeros Hospitalarios que lo usaron para protegerse de los piratas, hasta su transformación bajo el reinado de Luis XIV. Durante la Revolución Francesa, se empleó como prisión política, una ironía que seguramente no pasó desapercibida ante el cambio de ideales de aquel tiempo. ¿Qué otro lugar puede decir que ha sido testigo del auge y caída de tantas ideologías?
Claro, el Fuerte Saint-Jean no es solo historia; es un recordatorio de cómo el control fronterizo y la seguridad eran una vez prioritarios, antes de que los valores de apertura sin restricciones y permisividad tomaran el control. ¿Acaso es tan malo dar prioridad a la seguridad nacional?
Hoy, el fuerte es parte del Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo (MuCEM), un espacio donde la historia, la ciencia y la cultura se entrelazan irónicamente en un bastión de defensa sólida. El Fuerte Saint-Jean, gracias a su restauración en 2013, conecta con el MuCEM a través de un moderno puente de acero que simboliza la unión del pasado con el presente, aunque algunos podrían decir que es una feliz mezcla del conservadurismo estructural con el progresismo cultural.
No sorprende que este lugar altamente fortificado sea un destino muy visitado. Los turistas y locales vienen a explorar sus murallas, observar la vista del puerto y reflexionar sobre la historia militar del lugar. Este sitio no solo anima a los visitantes a apreciar la importancia de una defensa sólida, sino que nos recuerda cómo estos valores se mantienen relevantes.
La historia de Fuerte Saint-Jean no es solo una narración de piedra y mortero, sino una invitación a reflexionar sobre el papel que jugaron las fortalezas en el desarrollo de naciones fuertes y protegidas. La lección que nos deja es clara: a veces, los muros no solo protegen, sino que fortalecen la identidad nacional y cultural, un concepto que algunos podrían encontrar anticuado.
Para aquellos que piensan que la seguridad nacional y la protección fronteriza son conceptos obsoletos, Fuerte Saint-Jean ofrece una dosis de realidad. Este sitio ha sido testigo de múltiples cambios en la narrativa política y social, pero su presencia continua sugiere que tal vez esos ideales no estén tan pasados de moda.
Con cada visita al Fuerte Saint-Jean, uno es transportado a una época en que la seguridad nacional era primordial, y las murallas no eran vistas como obstáculos sino como la base sobre la cual se podía erigir una sociedad ordenada y segura. Así que la próxima vez que se encuentren en Marsella, recuerden que detrás de cada piedra del Fuerte Saint-Jean hay una historia que desafía las modernas corrientes de pensamiento, una historia que desafía a la misma lógica que algunos liberales tal vez intenten imponer. Y quién sabe, tal vez solo se necesite un poco del Fuerte Saint-Jean en nuestro tiempo presente.