¿Sabías que hay una película que ha provocado indignación en ciertos círculos, especialmente entre los guardianes de las sensibilidades progresistas que parecen obsesionados con reescribir la historia? Fetih 1453 es esa película, y deja a unos cuantos rascándose la cabeza.
Hablemos de quién, qué, cuándo, dónde y por qué. Esta película turca, dirigida por Faruk Aksoy y lanzada en 2012, narra el asedio de Constantinopla y su eventual caída en 1453 a manos del Sultanato Otomano. Este suceso no fue cualquier evento. Fue un punto de inflexión gigantesco, ya que marcó el final del Imperio Bizantino y el ascenso de una nueva era en Europa y más allá.
La leyenda del sultán Mehmed II, conocido como Mehmed el Conquistador, asombró no solo por su ambición infinita sino también por su eficacia militar. Algunos podrían calificar este logro como una obra maestra militar, donde miles de soldados, máquinas de guerra y estrategias de avanzada rompieron las entrañas de la muralla Teodosiana, considerada en su momento como infranqueable. ¡Qué gesto tan imperialista! Sabemos que algún sector preferiría llamar a esto manipulación oportunista en lugar de un hito significativo.
La producción de Fetih 1453 sorprende, desde los efectos visuales hasta el vestuario. Con un presupuesto considerable (para los estándares del cine turco), la película se convirtió entonces en una de las más caras de la historia del país. Más allá de la brillante ejecución técnica, la acogida popular fue fenomenal. Sin embargo, es interesante observar cómo ciertos críticos occidentales acusaron al filme de ser proselitista. Extraño, viniendo de los mismos que aplauden cualquier producción occidental con tintes similares, siempre y cuando estén ajustadas a su narrativa.
Este filme desencadena un debate más profundo sobre el impacto cultural de los medios y cómo la historia es moldeada por la perspectiva. Cuestioné por qué algunos aman recordar ciertos eventos históricos con solemnidad y desprecio mal disimulado cuando otros abordan sus propias narrativas culturales. Parece que el relativismo cultural, tan acariciado por la izquierda, solo se aplica cuando les conviene.
¿Y qué me dicen del furor nacional que causó? En Turquía, no solo elogiaron la representación de Mehmed II, sino que también despertó un sentido renovado del orgullo nacional. Una señal audaz de que no se tiene miedo a mirar hacia atrás, a mirar al espejo de la historia y aceptar quiénes han sido, con o sin aprobación extranjera.
Cuando observamos el esfuerzo monumental por parte del equipo de producción, es asombroso ver cómo a menudo este tipo de trabajos son ridiculizados por quienes entienden que su consuelo pecaminoso es culpar a la historia por los males de nuestro tiempo. Cada avance técnico, cada tiro de cámara, respira una pasión por compartir una historia que, mal que bien, transformó el curso de la historia europea.
Están aquellos que apenas pueden soportar ver representaciones de alguna conquista que celebran fuerzas no occidentales. El cambio es difícil de aceptar, especialmente para aquellos que hacen de la corrección política su mantra. En verdad, Fetih 1453 no pide disculpas por su interpretación y no intenta avergonzarse de su herencia cultural. Es posible que algunos necesiten revisar no solo sus manuales de historia, sino también sus prioridades.
Recapitulando, Fetih 1453 es más que un simple trozo de entretenimiento; es una ventana al espíritu humano y su capacidad de superar lo que se creía insuperable. Mientras algunos continuan empenzándose en reescribir la historia, esta película tiene el mérito de haber enfrentado las críticas y haber plantado firmemente su bandera, sin disculpas ni alteraciones en su narrativa.
En el ejercicio de contar historias, el cine no solo es un recuerdo visual, sino también una forma crucial de conectar generaciones. Rebelarse contra el status quo es, en gran parte, lo que nutre a películas como Fetih 1453. Mientras el mundo cambia y se diluye en un mar de tonos grises y narrativas diluidas, estas obras nos recuerdan los tiempos en que las líneas eran claras y las conquistas reales.