¿Sabías que los estudios culturales y las metodologías críticas son como ese amigo que cree que siempre tiene razón, pero rara vez aporta algo valioso a la conversación? Para los más despistados, los estudios culturales involucran analizar el impacto de la cultura en la sociedad. Nacieron en Inglaterra en los años 60 en el contexto de una revolución contracultural, y ahora se extienden por universidades de todo el mundo. Han hecho su hogar especialmente en las corrientes más liberales de las universidades occidentales.
El problema surge cuando estas disciplinas se alían con las metodologías críticas. La idea es sencilla, pero, ¡vaya problemática que crea! Las metodologías críticas, desde su base marxista, buscan cuestionar y desafiar las supuestas estructuras de poder. Al principio, puede parecer una saludable revisión de prejuicios, pero, rasca un poco más, y verás cómo genera una sociedad encerrada en un eterno estado de queja.
Si te preguntas para qué y por qué existen estas corrientes tan polémicas, es importante recordar que nacieron desconfiando de todo: arte, política, y por supuesto, tradiciones. Los estudios culturales consiguen una gran atención al enfocarse en identificar sistemas de opresión; y vaya que les gusta la palabra, 'opresión'. Sin embargo, mientras disentimos en aspectos políticos, estos estudios se presentan como supuestos salvadores de los indefensos.
Hablemos de un ejemplo práctico: el entretenimiento. Las películas, música, y el arte en general están bajo el microscopio de los estudios culturales, que te dirán qué consume tal o cual persona, y cómo la cultura dominante está aplastando al individuo. Argumentan que los medios de comunicación son herramientas del poder para perpetuar ideologías. Interesante, pero también oportuno para victimizarnos. Lo irónico es que, mientras critican el consumismo implacable, estas metodologías son financiadas por instituciones académicas que no escatiman en cuotas astronómicas.
Los estudios culturales se volvieron expertos en señalar cómo todo es una construcción social. Relegan a la experiencia individual en el cajón del desprecio, y dicen que todo depende de una narrativa hegemónica. Pero no te preocupes, porque con un poco de pensamiento crítico, puedes fácilmente ver a través de su fachada. En los debates, afirman que 'todo poder corrompe', pero siguen permitiendo que sus ideas dominen ciertos currículos de estudios superiores. Así es como las disciplinas académicas se han convertido en bastiones de corrección política, donde cuestionar resulta peligroso.
Otro truco que utiliza este campo es el de presentar los estudios culturales como liberadores de cadenas invisibles. Pero si algo hemos aprendido, es que estas cadenas están tan ancladas en su teoría como las 'estructuras' que critican. Incluso han logrado que muchos se convenzan de que expresión y libertad son lo mismo que dividir y polarizar. Y así, disfrazan las divisiones como una forma de pensamiento revolucionario.
Lo cierto es que estas metodologías críticas parecen más interesadas en perpetuar malestares. Alimentan al monstruo de la queja generalizada, donde parecería que todos estamos destinados a sentirnos atacados todo el tiempo. Pero no hay que olvidar: sin un enemigo, no hay revolución. Es un ciclo sin final al que estas disciplinas nos arrojan sin mirar atrás. Resulta una fórmula básica contada de manera complicada para simular profundidad.
Los estudios culturales también fingen ser campeones de la diversidad. Oh, el noble propósito de promover la inclusión. Sin embargo, en el fondo, propagan la homogeneización del pensamiento. Si quieres cuestionarlo, eres un paria. Quieren embalarnos como un producto más del mercado cultural bajo sus propias etiquetas: victimismo, sufrimiento y opresión.
Al final, debemos preguntarnos: ¿es este el tipo de método que queremos que lidere nuestro pensamiento? ¿Queremos ser parte de una cultura donde cualquier discrepancia es un acto de rebeldía castigado? Dejemos de glorificar la crítica por la crítica misma. Es hora de mirar con perspectiva lo que las metodologías críticas y los estudios culturales realmente ofrecen.
Sin embargo, despliegan una retórica convincente que altera la percepción pública sobre realidades que quizá no queramos aceptar. Cada afirmación no es más que una piedra en el plácido lago del pensamiento social, diseñada para provocar olas por ti y por mí. Así que estar alerta nunca está de más.
En resumen, es fundamental estar informados y capacitados para poner a prueba y cuestionar estas influyentes corrientes que, en su afán de arrojar luz sobre supuestas injusticias, lo único que pueden lograr es engañar a sus seguidores y mantenerlos encadenados a una visión pesimista del mundo.