¿Quién necesita una nueva estación de tren en Chelsea cuando lo que de verdad se necesita es sentido común? La propuesta para construir la estación de tren de King's Road Chelsea ha sido un tema de discusión encendido desde que se propuso en 2013 en Londres, Reino Unido. Se supone que este proyecto ha de formar parte de la ampliación de Crossrail 2, otro costoso esfuerzo de infraestructura que, según sus defensores, promete una revolución en el transporte. Pero claro, mientras que algunos ven progreso, otros ven un derroche.
Esta supuesta maravilla del transporte masivo tiene un público claramente definido que la aplaude: los residentes acaudalados de Chelsea que prefieren un viaje más rápido al centro de Londres. Pero echemos un vistazo más allá del brillo superficial de esta propuesta. ¿Realmente necesitamos gastar millones simplemente para que unas cuantas personas adineradas puedan tener un viaje más corto a sus trabajos que ya son bien remunerados? Hasta ahora, los debates muestran que los costos de la construcción podrían dispararse y los tiempos de terminación podrían ser tan largos que ni siquiera nuestros nietos verían el tren entrar en la estación en tiempo récord.
Seamos realistas: lo que Londres necesita más que una extensión de tren es una inversión inteligente en infraestructura. ¿Cuántas carreteras olvidadas y puentes viejos podrían repararse con el presupuesto de este ambicioso proyecto? Las prioridades parecen estar completamente tergiversadas. Los políticos, siempre alertas al gancho del progreso moderno, defienden este tipo de gastos de infraestructura como si fueran soluciones paternales a todos nuestros problemas.
Hablando de política, es fascinante observar cómo algunos liberales pueden verse fascinados por la palabra “progreso” como si fuera un mantra sin tener en cuenta las consecuencias prácticas o financieras. No cabe duda que un proyecto de esta envergadura podría ofrecer algunos beneficios. Pero cuando examinamos lo que realmente está en juego, vemos que más que el beneficio social, es el privilegio elitista lo que está siendo priorizado.
Simplemente comparemos: en un mundo donde ya existen buenas conexiones de autobús, tren y metro, la necesidad de una nueva estación en esta ubicación parece un lujo innecesario. Y mientras tanto, en otras zonas más necesitadas, las personas continúan enfrentando graves problemas de transporte diario. Estas incoherencias nos obligan a revisar hacia dónde queremos realmente dirigir nuestros valiosos recursos.
Entonces, ¿realmente queremos abrazar un plan que podría llevar décadas, para que al final de todo, los grandes beneficiarios sean solo un puñado de individuos privilegiados? ¿O sería más sabio invertir esos mismos fondos en objetivos que realmente eleven la calidad de vida de una mayoría contra una minoría privilegiada?
Algún día, tal vez, los administradores públicos entenderán que construir un puente no es siempre la mejor solución. Hasta entonces, el ostentoso proyecto de la estación de tren King's Road Chelsea seguirá provocando un panorama dual: el de la élite que siempre parece sacar la mejor parte con decisiones basadas en premisas de dudosa necesidad.