La obesidad, un problema que está aplastando más que nuestras escaleras, es una crisis de salud que gana peso día tras día. En el "quién está en riesgo", la respuesta hoy en día es prácticamente todos, incluidos niños y adultos por igual. El "qué estamos enfrentando" es una condición que afecta a todos los estratos de la sociedad; se estima que más de 650 millones de adultos en el mundo sufren de obesidad. El "cuando" es ahora; esta no es una preocupación futura, estamos en medio de esta crisis. El "dónde" es en todo el planeta, pero con alarmantes tasas de crecimiento en los países desarrollados, especialmente en los Estados Unidos. Finalmente, el "por qué" es una mezcla de excesos: un estilo de vida sedentario, la industria alimentaria que promueve las comidas rápidas y las propagandas de las dietas milagrosas que no hacen sino desinformar.
Comencemos por cuestionar las decisiones personales: porque sí, comer hamburguesas a diario no es la culpa de la industria. La voluntad personal ha sido relegada a un segundo plano mientras que otros buscan capitalizar nuestras debilidades. Trabajadores ocupados optan por conveniencia sobre salud, pero, ¿se han preguntado cuánto están sacrificando? La comodidad de no preparar una comida saludable está arrinconando nuestra salud hacia un precipicio.
Por supuesto, hay quienes argumentan que la obesidad es una cuestión genética. Sin embargo, lo que en realidad es "genético" es el comportamiento mimético adquirido: si los padres tienen malos hábitos alimenticios, lo más probable es que los hijos los imiten. No es genes, es ejemplo. Nombrar la genética como culpable es la escapatoria más conveniente. Pero lo que es realmente epidémico es la pasividad frente a la glotonería.
La civilización moderna nos ha regalado adelantos maravillosos, pero también nos ha hecho resistentes al movimiento. La tecnología que debería liberar nuestro tiempo para actividades recreativas al final nos aprisiona frente a pantallas durante horas. Subir escaleras, caminar al trabajo o simplemente salir a la calle se han convertido en acciones tan "retro" como el vinilo. ¿Y qué hacen muchos? Argumentan que la falta de tiempo es el tormento del siglo XXI.
Hablemos del entorno alimentario. No podemos ignorar a las gigantescas corporaciones que tientan nuestros sentidos con promociones irresistibles de comida rápida, porciones enormes y rellenos de calorías vacías. Sin responsabilidad personal, el festín continúa. Las etiquetas nutricionales son vistas de reojo mientras se engullen hamburguesas y litros de refresco. ¿Pero quién tiene la culpa? La pregunta del millón.
El sedentarismo se ha convertido en la norma. Las cifras de obesidad aumentan en correlación con las horas que pasamos sentados. Estamos atrapados en un círculo vicioso de inactividad y sobrealimentación. Al considerar las soluciones, cabe preguntarse si los cambios en las políticas públicas son la respuesta o si simplemente necesitamos más individuos que adopten la autogestión con disciplina heroica.
Deberíamos dejar de acomodarnos en la autocompasión y mirar con lupa los beneficios de un estilo de vida activo. Por favor, dejemos atrás la fantasía de "lo orgánico cura todo". Cambios simples en la dieta y la rutina pueden iniciar un impacto mayor de lo que se puede imaginar. No hay "pero" que justifique una dieta llena de alimentos procesados cuando se tiene acceso a una despensa bien surtida con opciones más saludables. La dieta y el ejercicio son las palabras mágicas.
Por supuesto, algunos escucharán "intervención estatal" y casi se besarán con la idea de otro programa paternalista. Pero es increíble cómo lo que realmente necesitamos es menos regulación y más responsabilidad individual. Esta guerra debe librarse en el frente personal. Las recetas de regulación liberal han demostrado ser igual de obesas que los problemas que intentan resolver.
Consideremos el papel de la educación en todo esto. Mientras algunos distraen con debates banales, la educación sobre nutrición debería ser materia obligatoria desde la escuela primaria. Entender qué consumimos y cómo afecta a nuestra salud es el único escudo verdadero contra el exceso de información confusa y marketing engañoso.
Combatir la obesidad es una misión individual. Las recetas mágicas y las curas rápidas no son más que espejismos. La verdadera victoria reside en la determinación para hacer de la salud personal una prioridad indiscutible. La epidemia de obesidad podría ser domada y vencida, si tan solo cada individuo asume el reto personal de cambiar sus hábitos.