Ellsworth Kelly, un talentoso artista estadounidense que algunos considerarían el enfant terrible del arte contemporáneo, nació en Newburgh, Nueva York, en 1923. Puede que no lo conozcas, pero ha logrado transformar la manera en que apreciamos el color y la forma. Las obras de Kelly desafían la percepción convencional de lo que constituye el arte, pues son piezas abstractas que enfatizan bloques de color y formas geométricas. Su carrera alcanzó el estrellato a mediados del siglo XX y dejó un legado que continúa hasta su muerte en 2015. Kelly rompió normas, moldeó corrientes y creó un lenguaje visual que, a pesar de ser aparentemente simple, oculta una profundidad que ha inspirado a muchos y confundido a otros tantos.
Empezamos con lo básico: sus obras son deliberadamente simples. Y es que Kelly entendió que a veces lo menos es más, algo que sin duda frustra a aquellos que prefieren piezas complicadas llenas de simbolismo inútil. El arte de Kelly celebra la pureza de la forma y el color, sin metáforas innecesarias ni comentarios sociales implícitos. Esto no solo reta las expectativas del arte de su época, sino que también resulta provocador para quienes quieren encontrar segundas intenciones donde no las hay.
En los 10 ejes fundamentales en los que podemos entender a Kelly, comencemos con el primero: la exploración de la abstracción. En una época donde el arte seguía anclado a temas figurativos, Ellsworth Kelly explotó el potencial del color y la forma, llevando la abstracción a un nuevo nivel. Su habilidad para transformar lo cotidiano en algo extraordinario le permitió conectar con un público sediento de nuevas experiencias visuales.
Segundo, su uso del color, que fue fascinante. Kelly no se limitó a aplicarlo de manera decorativa sino estructural y narrativa. Sus bloques de colores vibrantes empujaron los límites del arte sin preocuparse por quedar bien con todos.
Tercero, sus obras son impactantes en su monumentalidad. Imaginen la reacción de quienes vieron "Chatham" en su inauguración en 1971. Una serie de 14 paneles al nivel de los hercúleos campos de batalla modernos. Sus piezas no tienen mensajes políticos; son una afirmación alegre de formas y colores, imprescindibles.
Cuarto, su capacidad para inspirar a otros artistas fue imponente. Mucho se le debe del auge del minimalismo, y muchos copian su estilo sin siquiera saberlo. Kelly allana el camino para artistas futuros que encontrarían consuelo en la simplicidad de sus formas.
El quinto punto importante es su irreverencia al arte tradicional, usando el poder estético de la naturaleza en lugar de escenas recargadas. Sus influencias botánicas nos muestran cuán fundamental es la naturaleza en su obra, una ironía considerando que la mayoría de los movimientos progresistas ignoran la simplicidad de su mensaje al tiempo que claman atención por lo complejo.
El sexto, su rechazo a caer en los dictámenes de los críticos de arte, resistiéndose a incluir elementos políticos en su trabajo. Ellsworth Kelly no necesita subirse a ningún carro ideológico y su arte se convierte en una especie de refugio de la neutralidad en tiempos de discursos polarizados.
En el séptimo, su maestría para trabajar con diferentes medios, desde pintura, escultura y dibujo hasta litografías. Con cada técnica, Kelly se reafirmaba distinto pero siempre fiel a su estilo.
El octavo, como un neutralizador de discursos conflictivos; Kelly desplazó las narrativas preestablecidas en sus piezas. Un papel poco reconocido en nuestro mundo politizado.
Penúltimo, la visión de Kelly sobre el arte como continuidad, no interrupción. Las formas y colores no comienzan y terminan, fluyen, algo que confunde a quienes quieren ver párrafos donde solo hay líneas y bloques.
Décimo y último, el enorme legado que ha dejado. Sus obras reviven en los museos, desde el MoMA hasta el Centro Pompidou y, aunque no lo crean, ponen a prueba no solo al sentido común, sino también a esos que lo critican sin entenderlo. Ellsworth Kelly es el arte que desafía las etiquetas; él es la máxima expresión del arte por el arte.