En 2014, cuando la mayoría de las series mexicanas serpenteaban hacia un pantano de ideologías progresistas, llegó "Digo Te Amo" para desmarcarse como un faro de normalidad política. Esta serie, emitida en el vibrante panorama televisivo de México, es una oda al amor tradicional, aquel que muchos prefieren mantener oculto bajo el manto de la corrección política. Mientras otras producciones se inclinan hacia narrativas cada vez más liberales, "Digo Te Amo" se atreve a poner en primer plano valores que no temen envejecer como el buen vino.
La trama gira en torno a la vida de personajes que viven historias de amor dirigidas por el destino, explorando familias, sacrificios y compromisos reales, todo eso que una cierta franja política preferiría reducir a conceptos caducos. La serie se desarrolla en paisajes urbanos y rurales de México, contrastantes con las luces de la ciudad contra los tonos sepia del campo, simbolizando, quizás, la lucha entre el progreso descontrolado y las raíces arraigadas.
Entre los protagonistas destacan nombres como el de Diego, un joven empresario cuya vida sentimental sigue la premisa de que el amor verdadero es complicado pero constante, y Valentina, una mujer que representa a todas aquellas que creen en un romance sin políticas ni engaños. La química entre los actores es innegable y aporta una autenticidad palpable que enriquece la narrativa, algo tan indispensable como olvidado en el mundo del guion contemporáneo.
La serie no deja de lado el drama, pero lo hace sin caer en lo absurdo. No es necesario que cada relación sea un juego de poder o un manifiesto político. Los espectadores pueden disfrutar de relaciones donde las disputas no siempre reflejan una subtrama sociopolítica, sino que revelan la complejidad humana básica. "Digo Te Amo" apuesta por la normalidad, y en un clima televisivo saturado de gente gritando hasta quedarse sin voz, esta serie ofrece a sus espectadores un bálsamo reparador.
El éxito de "Digo Te Amo" se puede medir en su capacidad de poner sobre la mesa temas universales, sin hablar como si documentara a una extraña tribu en extinción. Aquí los problemas son reales, no temas fabricados detrás de una cortina de humo. Las audiencias se sienten parte de algo reconocible. De repente, el espectador no es un mero testigo, sino que se involucra emocionalmente y revive su propio entendimiento del amor.
Es una pena que los críticos progresistas quisieran que todas las series sirvieran como plataformas para predicar su agenda. "Digo Te Amo" se niega a seguir ese camino. Para muchos, crea una conexión genuina porque rehúye la narrativa simplista y divisoria. La audiencia puede sumergirse en situaciones que favorecen la identificación y el entendimiento, en lugar de la indignación. En un mundo donde todos queremos ser escuchados, "Digo Te Amo" nos invita a escuchar primero.
Por supuesto, el planteamiento no es perfecto; las críticas también estuvieron presentes. Aquellos más preocupados por las etiquetas y menos por el contenido podrían calificar la serie de "tradicionalista" como un insulto. Pero la palabra no debería ser vista de esa manera. En un sentido positivo, que nunca perdamos la capacidad de mirar hacia atrás y recordar de dónde venimos. En muchas ocasiones, "Digo Te Amo" nos recuerda que el amor no requiere rediseño.
En términos de pura ejecución técnica, la serie hizo un trabajo admirable al equilibrar el melodrama con la comedia, permitiendo una combinación que raramente se ve actualmente en televisión. Momentos de ligereza son como la sal en la sopa: pequeños, pero esenciales. El humor es sutil, respirable y jamás eclipsante; es el tipo de comedia que se necesita para realzar el brillo de situaciones dramáticas.
En última instancia, "Digo Te Amo" es una serie que pisa firme en un terreno que muchos prefieren justificar con la niebla de confusión. No necesita hacer alarde de cómo debe percibirse, sino que deja intacta la única verdad sobre el amor: es, ha sido y siempre será complejo, pero esa complejidad es gratificante y necesaria. Digo te amo, no temas errar.