La cultura está a punto de recibir una sacudida más fuerte que un asteroide cuando el "Día D del Dino" llega cada año. Se celebra en un pequeño pueblo de la provincia de Entre Ríos en Argentina, cada 25 de octubre, donde una multitud se reúne en el parque central, pero esta vez no es para hablar de la última tendencia de Hollywood ni para lamentarse por causas progresistas. No, mis amigos, es para celebrar una época en que los dinosaurios dominaban la Tierra y la nostalgia por aquellos días en que ser fuerte, resistente y poco dispuesto a comprometerse con la presión externa era valorado.
Esa fecha fue elegida para conmemorar el día en que un grupo de paleontólogos encontró, precisamente en ese lugar, el esqueleto de un enorme dinosaurio, recordándonos que nuestra historia y legado son de importancia monumental, literalmente. Pero este evento, aunque parece centrarse en el pasado, trae consigo un mensaje de visión clara y robusta que decididamente no se alinea con el susurro suave y blando del presente. Aquí se celebran valores que se sienten extintos, como los dino: la fuerza, el respeto, el deber, cualidades ajenas a la fluidez moral de hoy en día.
En el "Día D del Dino", el cine no exhibe documentales llenos de datos cuestionables que intentan convertir la ciencia en ideología. Las películas proyectadas son épicas de acción donde la única agenda es la supervivencia y el héroe triunfa por sus méritos y persistencia. Las calles están adornadas con estatuas y figuras gigantes de dinosaurios mientras se lleva a cabo una cabalgata que rinde homenaje a la era prehistórica. Todo esto se hace en un contexto donde los vecinos del lugar y visitantes expresan abiertamente que los valores tradicionales importan.
Es también una ocasión para que los niños, el futuro de nuestra sociedad, se enfrenten a desafíos al aire libre, simulando pruebas de antiguas edades, mucho más formativas que las que enseñan en las aulas hoy en día, saturadas de un sistema que a veces parece más interesado en suscribirse a corrientes del pensamiento ultra relativistas que en enseñar habilidades básicas. Un ambiente donde las virtudes de los dinosaurios, su adaptación, fuerza y determinación, son celebradas y emuladas.
Sin pena alguna, el "Día D del Dino" se ha convertido en un fenómeno cultural que desata pasiones. Es un vehículo para que quienes aman y valen esos días pasados puedan celebrar la república de los dinosaurios reales, donde no hay lugar para la debilidad glamorizada. Las charlas y debates que ocurren abiertamente en esta reunión son notables, palpando el pulso de una sociedad que reconoce la necesidad de volver al núcleo fuerte que una vez nos forjó como civilización.
Tienen su propia versión de disfrazarse sin los guiños de los disfraces plasticosos de súper héroes que ahora parecen dominar. Aquí, los trajes son tributo certero y con cada detalle bien investigado, ya que estos son hechos a conciencia de representar una parte significativa de la historia terrestre, no solo de verano aavana perpetua.
Cada exhibición interactiva en este día busca invertir en el conocimiento de verdad, no como esos elementos presentados en los museos modernos que a menudo intentan empujarnos a todos a la misma caja ideológica. Aquí, todo gira en torno a construir el conocimiento colectivo, basado en la realidad y no en las emociones vacilantes de algunos.
"Día D del Dino" no es solo un eco de tiempos pasados, sino un faro que brilla con claridad en una tormenta cultural abarrotada de neblina. El verdadero impacto profundo radica en restaurar el sentido de pertenencia y continuidad de una era que no conocía otra cosa que ser grande y libre. Por supuesto, esto no deja de poner nerviosos a quienes prefieren un mundo dentro de cajas ordenadas y políticamente correctas.
Parece ser que en un receso de la carrera por ser modernos y supuestamente ilustrados, se alza la figura inamovible y prepotente de una Tierra de Dinosaurios; un recordatorio lapidario de que, al igual que ellos, los valores centrales y esenciales no se extinguen simplemente cuando los medios y ciertas narrativas modernas deciden que lo hagan.