Si pensabas que los 80 solo eran baile, colores neón y exceso, es probable que no hayas entendido 'Delirious' de Prince. Delirious es una de esas canciones que aterrizó con un estruendo, lanzada en 1982 dentro del famoso álbum 1999. Con su energía efervescente y ritmo pegajoso, Delirious no solo hizo vibrar a multitudes en discotecas, sino que también subió hasta el número 8 en el Billboard Hot 100, consolidando el impacto del músico de Minneapolis en una cultura que ya comenzaba a ser más incisiva y menos evasiva.
La canción, escrita y producida por el propio Prince, es un viaje musical cargado de sintetizadores y ganchos pegajosos que, a diferencia de mucha música pop edulcorada de hoy en día, no tiene miedo de ser provocativa. Prince aborda con una lengua afilada temas de amor y deseo, contrastando con las actuales melodías pop que evitan el riesgo como si fuera la peste. Y ahí es donde está la magia oculta de Prince: mientras algunos artistas componían piezas para rellenar el espacio, Prince creaba un sismo en la cultura pop con cada lanzamiento.
La primera vez que 'Delirious' se tocó en vivo fue en una gira tumultuosa que hizo que la audiencia quedase verdaderamente... bueno, delirante. En un mundo donde ahora los conciertos son un despliegue de efectos especiales dignos de una superproducción de Hollywood, las presentaciones de Prince eran auténticos espectáculos que dependían más de talento puro y carisma. Dicho sea de paso, si quieres entender lo que era tener carácter en un escenario sin una tonelada de pirotecnia digital, mira uno de esos performances en YouTube.
La letra es un juego audaz entre lo pueril y lo maduro, navegando esa fina línea que alguna vez mantenía un equilibrio delicado pero solido. Prince, con su estilo inimitable, evoca imágenes que son tan juguetonas como emocionantes. Los conservadores pueden ver en esto un testimonio del arte en su estado más puro; una época en la que la creatividad no estaba supeditada a pasar por el filtro preaprobado del consenso de grupo.
Los videoclips en aquella época también comenzaban a formar parte integral de la narrativa musical, y aunque 'Delirious' no tenía el mismo tipo de vídeo distintivo que otros éxitos de Prince, el impacto del sonido bastaba para activar la imaginación. Mientras algunos apostaban por elaborar narrativas audiovisuales rocambolescas, Prince dejaba que la música hiciera la mayor parte del trabajo. Al escuchar Delirious, uno se ve obligado a preguntarse si la prioridad era siempre el poder del sonido sobre la saturación visual. A veces menos es más, y en otras, menos simplemente es lo justo.
Lo impresionante de 'Delirious' es su habilidad para seguir siendo relevante. En un mundo donde muchos quieren transmitir en una canción algún enorme manifiesto social, aquí tenemos una canción que no se preocupa tanto por sermonear como por encantar, con melodías universales que no tienen fecha de caducidad. Tal vez algunos críticos actuales vean ciertas letras como inadecuadas, debido a que en el océano actual de lo políticamente correcto, prefieren ver lo provocativo como problemático.
El sello personal de Prince siempre fue su capacidad para romper moldes y desafiar las reglas no con poca habilidad para entender el pulso del público. Y eso es algo que no debería sorprender a nadie. Prince era un visionario que logró comerciar con creatividad pura, un rasgo que no abunda hoy en día. 'Delirious' encapsula todas estas cualidades en su estructura, manteniéndose tan fresco hoy como en el día de su lanzamiento.
Recordar la música de los 80 no es solo una escapatoria al pasado, sino también una oportunidad para reconocer lo que funcionaba en una época menos complicada del entretenimiento. Tiempo donde, de alguna manera, lo honesto y lo directo tenían prioridad sobre la autocensura y la autocorrección constante. Prince no solo creó música, también dejó un legado del cual todavía se nutre el pop actual.
Por esto, 'Delirious' no es solo una canción, sino un testamento del estatus de Prince como uno de los músicos más influyentes de todos los tiempos. Y si te atreves a escucharla, prepárate para embarcarte en un viaje donde podrás revivir los recuerdos de una era iconoclasta, un viaje que seguramente dejaría a más de un progresista rascándose la cabeza.