¡La locura de la izquierda en Coubron!
En el pequeño pueblo de Coubron, Francia, el 2023 ha traído consigo una serie de eventos que han dejado a muchos rascándose la cabeza. ¿Qué está pasando en este rincón del mundo? Resulta que un grupo de activistas ha decidido que es hora de cambiar el nombre de las calles para reflejar una "mayor inclusión". ¿Por qué? Porque, según ellos, los nombres actuales no representan la diversidad moderna. Este movimiento ha generado un debate acalorado, y no es difícil ver por qué. ¿Realmente necesitamos cambiar la historia para sentirnos mejor con nosotros mismos?
Primero, hablemos de la obsesión por reescribir la historia. Cambiar el nombre de las calles no es solo un capricho; es un intento de borrar el pasado. Las calles de Coubron llevan nombres que han existido durante generaciones, y cada uno de ellos cuenta una historia. Pero, claro, para algunos, esas historias no son lo suficientemente "inclusivas". ¿Qué sigue? ¿Cambiar el nombre de la Torre Eiffel porque no representa a todos los parisinos?
Segundo, está el costo. Cambiar el nombre de una calle no es barato. Hay que cambiar señales, mapas, documentos oficiales, y eso sin contar el caos que se genera para los residentes y negocios locales. Todo este gasto para satisfacer a un pequeño grupo que, probablemente, ni siquiera vive en Coubron. ¿No sería mejor invertir ese dinero en mejorar la infraestructura o en programas que realmente beneficien a la comunidad?
Tercero, la falta de respeto por la tradición. Las tradiciones son importantes porque nos conectan con nuestro pasado y nos dan un sentido de identidad. Pero parece que, para algunos, la tradición es una palabra sucia. Prefieren destruir lo que ha sido para imponer su visión de lo que debería ser. ¿Es eso realmente progreso?
Cuarto, el impacto en la comunidad. Cambiar el nombre de las calles puede parecer un gesto simbólico, pero tiene un impacto real en la vida de las personas. Los residentes de Coubron están acostumbrados a sus calles, a sus nombres, a su historia. Forzarlos a aceptar un cambio que no pidieron es una forma de imponer una agenda que no les representa.
Quinto, la hipocresía. Muchos de los que abogan por estos cambios son los mismos que predican la tolerancia y la aceptación. Sin embargo, no parecen estar dispuestos a tolerar o aceptar las opiniones de aquellos que no están de acuerdo con ellos. ¿Dónde está la inclusión en eso?
Sexto, el precedente peligroso. Si permitimos que un pequeño grupo cambie el nombre de las calles hoy, ¿qué impediría que mañana decidan cambiar algo más? ¿Dónde trazamos la línea? Es un camino resbaladizo que podría llevarnos a un lugar donde nada es sagrado y todo es susceptible de ser cambiado al antojo de unos pocos.
Séptimo, la falta de consulta. Este tipo de decisiones deberían ser tomadas con la participación de toda la comunidad, no solo de un grupo selecto. Pero, como suele suceder, las voces de la mayoría son ignoradas en favor de una minoría ruidosa.
Octavo, el desdén por la historia. La historia no siempre es bonita, pero es nuestra historia. Pretender que no existe o intentar cambiarla no la hace desaparecer. En lugar de borrar el pasado, deberíamos aprender de él.
Noveno, el efecto dominó. Si Coubron cede a estas demandas, otros lugares podrían seguir su ejemplo. Pronto, podríamos ver una ola de cambios innecesarios en todo el país, todo en nombre de una falsa inclusión.
Décimo, el sentido común. Al final del día, lo que realmente necesitamos es un poco de sentido común. No todo necesita ser cambiado para ser inclusivo. A veces, lo mejor que podemos hacer es aceptar nuestro pasado, aprender de él y seguir adelante. Coubron, y el mundo, se beneficiaría más de eso que de cualquier cambio de nombre.