¿Sabías que entre las colinas húmedas de Sri Lanka habita una criatura que podría poner nervioso incluso al más seguro de los liberales? Corilla gudei es una especie de caracol terrestre que, aunque pequeña en tamaño, se adueña del debate, cuestionando la realidad impuesta por aquellos que intentan politizar hasta la fauna. Esta especie se encuentra en un entorno muy específico, las selvas de esta región asiática, gracias a sus condiciones climáticas únicas, y ha sido objeto de estudio desde hace algún tiempo debido a su singularidad en un ecosistema diverso y en peligro. En este mundo actual lleno de cambios, es uno de los ejemplos vivientes de cómo la naturaleza se resiste a someterse a las narrativas simplistas.
Hablemos claro: la naturaleza no tiene ideologías. Sin embargo, la obsesión de algunas mentes con politizar absolutamente todo llega al punto de hacerlo con los menores detalles, como si el orden natural demandara su visto bueno. Corilla gudei no está pidiendo ser parte de una agenda, cinta a las raíces en esas colinas. Es simplemente un caracol haciendo lo que mejor sabe hacer: existir en su microcosmos, sin preocuparse por las corrientes externas que podrían arrollar a más de uno.
1. Corilla gudei no se sienta a debatir sobre el cambio climático, y eso molesta a muchos cuya agenda se define por catastrofismos. La especie ha vivido entre el cambio constante del ecosistema. Al igual que muchas otras formas de vida, se adapta y sobrevive, dejando claro que el mundo natural sabe cómo defenderse de las amenazas más reales, que muchas veces ni siquiera involucran a humanos. Resulta casi irónico que las discusiones sobre el calentamiento global involucren más a políticos que a biólogos.
2. Este pequeño caracol no está interesado en la interseccionalidad. No pregunta cuántos machos o hembras hay entre sus filas. Su objetivo no es marcar una casilla en alguna lista diversa, sino simplemente sobrevivir. Allí yace la brutal honestidad del mundo natural que tanto confunde a algunos: no necesita instrucciones o directrices socialmente impuestas.
3. Adaptación. La palabra que mejor define la vida de Corilla gudei. En un mundo que vive queriendo hacer sufrir aquellos que no se adaptan a sus ideales, este caracol demuestra que la adaptación es un proceso natural, inherente y libre de juicios. Se adapta a la humedad perpetua de su hábitat, y aunque la urbanización amenaza su territorio, no es con discursos que se salvará, sino con acciones auténticas.
4. Mientras algunos se aburren hablando de la biodiversidad con la urgencia de poner etiquetas modernas, los estudiosos se enfrentan con la misión de hacerlo respetando el orden natural de las cosas. No hay pronombres en la taxonomía y eso es muy molesto para quienes necesitan retorcer cada rincón del conocimiento. Corilla gudei sigue su camino, ofreciendo su existencia como un simple recordatorio de que la naturaleza escribe sus propias reglas.
5. Las tendencias de invasión están en su contra, pero no clama por ayuda. La pérdida de hábitat es una realidad que afecta a muchas especies, pero no es algo que venga de ayer. Desde que el mundo es mundo, la competición entre lugares ha sido la norma. Es como si, a pesar de que edificamos rascacielos, nuestra supuesta superioridad intelectual no logra comprender lo que este pequeño invertebrado tiene tan claro: adaptarse o sucumbir.
6. Su eco no llega hasta las aulas ni las cátedras, donde se predican teorías que intentan acomodar cada ser a un molde conceptual moderno. Hay un encanto especial en cómo resistirse, en silencio, a esta pretensión humana por controlar. Corilla gudei, quizás sin saberlo, es la representación silenciosa de las narrativas a las que respondería con desprecio si pudiera.
7. La estructura de su caparazón, esculpida por años de evolución ciega a las expectativas antinaturales, contradice la idea de que formas complejas necesitan justificación por razones externas. Es su propia fortaleza, simple y pura. Es casi irrisorio comparar esta realidad fáctica con la retórica de algunos, quienes argumentan desde percepciones opacas de la realidad.
8. Cada vez que ampliamos nuestra comprensión sobre este fascinante ser, el caracol amplía nuestra percepción sobre la persistencia orgánica. Libros llenos de supuestos y prospectivas, y mientras tanto, Corilla gudei desconoce el impacto que su silenciosa existencia está teniendo en los círculos de la alta teoría.
9. En la era de la comunicación constante y la sobrecarga de información, el simple caracol no está obligado a estar siempre visible o ser relevante según nuestras exigencias. Inmensamente valioso no por cómo encaja en las peticiones de diversidad, sino por la autenticidad en su composición.
10. Y finalmente, lo más provocador podría ser el mismo hecho de su existencia sigilosa y sin pretensiones en un mundo siempre acelerado. A diferencia de quienes se pierden en palabras complicadas, simplemente es. Sus maneras continúan siendo una reprenda muda, una evidencia de que no todo tiene que ser polarizado o ajustado a narrativas construidas sobre trincheras culturales contemporáneas.