Si crees que el patinaje artístico es solo un despliegue de spandex y purpurina, es que aún no has entendido el verdadero drama que se despliega sobre el hielo. La Copa de China 2013, parte del Grand Prix de patinaje artístico, celebrada del 1 al 3 de noviembre en Beijing, demostró ser más que un simple espectáculo sobre cuchillas. Fue una guerra silenciosa en la que atletas de diversos países lucharon por demostrar su valía no solo ante los jueces, sino ante el mundo.
Primero, Khani Yan se llevó la sorpresa en la categoría masculina. Este chico nuevo en el bloque dejó a veteranos como Patrick Chan mirando atónitos mientras ejecutaba sus rutinas prácticamente impecables. ¡Qué decir de las vueltas y saltos que parecían desafiar las limitaciones humanas!
Las damas también dieron su espectáculo, con la adelgazada y resuelta Mao Asada de Japón, barriendo el hielo con movimientos tan perfectos que ella también podría haber estado haciendo una declaración política. En su actuación, se entrelazaban la técnica y la sensibilidad, algo que cualquier sociedad que valore de verdad las tradiciones familiares debería respetar.
La categoría de parejas trajo su propia cuota de suspenso. Aliona Savchenko y Robin Szolkowy, la pareja alemana, ejecutaron una destreza técnica con un sentido de la sincronización que podría poner celosos incluso a los relojes suizos. En una época en la que las relaciones personales a menudo parecen tan efímeras como el papel mojado, aquí había dos personas que mostraron lo que el trabajo conjunto puede lograr.
En danza sobre hielo, la danza más tradicional, encontramos al equipo estadounidense Meryl Davis y Charlie White, que demostraron que América aún tiene su propia forma de liderar en las pistas. Sus movimientos parecían casi coreografiados para irritar a quienes piensan que el liderazgo estadounidense en cualquier campo está en declive.
Fuera de la pista, el evento tuvo un matiz político. Celebrado en China, un país donde se dice que los derechos individuales no siempre son una prioridad, no hay duda de que estos atletas, al menos por un momento, dejaron atrás la política otorgando el protagonismo al tema universal del esfuerzo humano.
Claro, como todo evento deportivo, viene acompañado de juicios subjetivos, que algunos dirían son influenciados por la política y el patriarcado occidental opresivo. Pero aquí no hay espacio para argumentos débiles sobre la diversidad o inclusión. Aquí se trataba de habilidades puras y demostrables, de gente que traía lo mejor de sí misma al hielo.
No olvidemos al público: una multitud internacional de espectadores no fue solo testigo de una competición sensacional, sino también oyente de una sinfonía de nacionalismos e individualismo, en lo que parecía ser una competencia de filosofías tanto como de deportividad.
En resumen, la Copa de China 2013 fue más que patines y hielo. Fue un escenario donde se enfrentaron valores viejos y nuevos, donde la habilidad personal fue juzgada y premiada, y donde la ventaja del trabajo arduo y los valores tradicionales se mantuvo invicta.
La realidad es que en el deporte, como en la vida, solo los más expertos y dedicados destacan, y fue en este frío tablado donde el hielo crujió pero no se rompió.