El Amor es un Juego de Niños: ¿Por Qué los Progresistas No lo Entienden?

El Amor es un Juego de Niños: ¿Por Qué los Progresistas No lo Entienden?

Este artículo critica cómo los progresistas han complicado el amor al politizarlo y etiquetarlo, olvidando su esencia simple y pura.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

El Amor es un Juego de Niños: ¿Por Qué los Progresistas No lo Entienden?

El amor es un juego de niños, y parece que los progresistas no lo entienden. En un mundo donde las relaciones amorosas se han convertido en un campo de batalla ideológico, es hora de poner las cartas sobre la mesa. ¿Quién? Los progresistas. ¿Qué? La obsesión por redefinir el amor. ¿Cuándo? Ahora mismo, en pleno siglo XXI. ¿Dónde? En cada rincón del mundo occidental. ¿Por qué? Porque no pueden dejar de complicar lo que debería ser simple.

Primero, el amor no necesita etiquetas. En la era de las etiquetas infinitas, los progresistas han decidido que el amor debe ser clasificado, etiquetado y analizado hasta el cansancio. ¿Por qué no puede ser simplemente amor? ¿Por qué necesitamos un diccionario para entender las relaciones modernas? El amor es amor, y no necesita un manual de instrucciones.

Segundo, el amor no es una cuestión de política. Los progresistas han politizado el amor hasta el punto de que una simple cita puede convertirse en un debate sobre justicia social. ¿Qué pasó con el romance? ¿Qué pasó con las mariposas en el estómago? El amor debería ser un escape de la política, no un campo de batalla.

Tercero, el amor no es un contrato social. En su afán por regular todo, los progresistas han convertido el amor en un contrato social lleno de cláusulas y condiciones. El amor debería ser libre, espontáneo y, sobre todo, personal. No necesita ser aprobado por un comité.

Cuarto, el amor no es una cuestión de derechos. Claro, todos merecen amar y ser amados, pero los progresistas han llevado esto al extremo. Han convertido el amor en una cuestión de derechos, olvidando que el amor es un sentimiento, no un derecho adquirido. El amor no se puede legislar.

Quinto, el amor no es una cuestión de género. En su obsesión por la igualdad de género, los progresistas han olvidado que el amor no tiene género. El amor es un sentimiento universal que trasciende las etiquetas de género. No necesita ser redefinido.

Sexto, el amor no es una cuestión de identidad. Los progresistas han convertido el amor en una cuestión de identidad, olvidando que el amor es un sentimiento que no necesita ser definido por la identidad de una persona. El amor es amor, sin importar quién lo sienta.

Séptimo, el amor no es una cuestión de diversidad. En su afán por celebrar la diversidad, los progresistas han olvidado que el amor es, en sí mismo, diverso. No necesita ser celebrado, solo necesita ser sentido.

Octavo, el amor no es una cuestión de inclusión. Los progresistas han convertido el amor en una cuestión de inclusión, olvidando que el amor es inclusivo por naturaleza. No necesita ser forzado, solo necesita ser permitido.

Noveno, el amor no es una cuestión de aceptación. En su afán por ser aceptados, los progresistas han olvidado que el amor no necesita ser aceptado, solo necesita ser vivido. El amor es un sentimiento que no necesita la aprobación de nadie.

Décimo, el amor no es una cuestión de cambio. Los progresistas han intentado cambiar el amor, olvidando que el amor es eterno e inmutable. No necesita ser cambiado, solo necesita ser entendido.

El amor es un juego de niños, y los progresistas han olvidado cómo jugar. Han convertido el amor en un campo de batalla ideológico, olvidando que el amor es, en su esencia, simple y puro. Es hora de dejar de complicar lo que debería ser simple y recordar que el amor es, y siempre será, un juego de niños.