¿Cómo me veo? La obsesión liberal con la apariencia
¡Ah, la eterna pregunta que nos persigue a todos! "¿Cómo me veo?" es la frase que resuena en las mentes de muchos, especialmente en una sociedad donde la apariencia parece serlo todo. En un mundo donde las redes sociales dictan tendencias y la cultura de la imagen se ha convertido en una religión, es fácil perderse en el espejismo de la perfección. Pero, ¿quiénes son los culpables de esta obsesión? Los liberales, por supuesto, con su constante insistencia en la aceptación superficial y la corrección política.
En el quién, qué, cuándo, dónde y por qué de esta cuestión, encontramos que la obsesión por la apariencia no es nueva. Desde las pasarelas de moda de Nueva York hasta las playas de California, la presión por lucir de cierta manera ha sido una constante. Pero en los últimos años, esta presión ha alcanzado niveles insostenibles, gracias a la cultura de la cancelación y la corrección política que promueven ciertos sectores. La idea de que todos deben ser aceptados tal como son ha sido distorsionada hasta el punto de que ahora se espera que todos se vean perfectos, pero sin esfuerzo aparente.
La ironía es que, mientras se predica la aceptación, se juzga a aquellos que no cumplen con los estándares impuestos. La hipocresía es evidente. Se nos dice que debemos aceptar a todos, pero al mismo tiempo, se nos bombardea con imágenes de cuerpos perfectos y rostros impecables. La contradicción es clara: se promueve la diversidad, pero solo si encaja en un molde específico.
La industria de la moda y la belleza ha capitalizado esta obsesión, vendiendo productos y servicios que prometen la perfección. Desde cremas milagrosas hasta cirugías estéticas, el mensaje es claro: no eres suficiente tal como eres. Y mientras tanto, los gurús de la autoayuda y los influencers de las redes sociales se llenan los bolsillos vendiendo la idea de que la felicidad está a solo una compra de distancia.
Pero, ¿qué hay de malo en querer verse bien? Nada, en teoría. El problema surge cuando la apariencia se convierte en el único criterio de valor personal. Cuando se juzga a las personas por su aspecto en lugar de por su carácter o habilidades, se pierde de vista lo que realmente importa. Y es aquí donde la ideología liberal ha fallado, al promover una cultura que valora más la imagen que la sustancia.
La presión por lucir de cierta manera no solo afecta a los adultos, sino también a los jóvenes, quienes crecen con la idea de que su valor depende de su apariencia. Esto ha llevado a un aumento en los problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión, especialmente entre los adolescentes. La búsqueda de la perfección se ha convertido en una carga insostenible para muchos.
Es hora de dejar de lado la obsesión por la apariencia y centrarse en lo que realmente importa. La verdadera belleza no se encuentra en un espejo, sino en la forma en que tratamos a los demás y en cómo contribuimos a la sociedad. En lugar de seguir alimentando una cultura superficial, deberíamos fomentar valores que realmente importen, como la integridad, la honestidad y la empatía.
Así que la próxima vez que te preguntes "¿Cómo me veo?", recuerda que la verdadera respuesta no está en el reflejo que ves, sino en la persona que eres. La apariencia es efímera, pero el carácter perdura. Y eso es algo que ni la moda ni las tendencias pueden cambiar.