El inagotable poder del ciclo de noticias de 24 horas

El inagotable poder del ciclo de noticias de 24 horas

El ciclo de noticias de 24 horas, estrella moderna del mundo de la información, ha cambiado la forma en que percibimos la realidad, sirviendo manantiales interminables de datos las 24 horas del día. Originado en la década de 1980, este fenómeno ha creado una dependencia por la inmediatez que transforma la verdad.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

El ciclo de noticias de 24 horas: criaturas modernas en la era digital que se originan en Estados Unidos y dominan la información desde hace unas pocas décadas. Cerca de los años 80, cuando CNN decidió que el mundo necesita noticias todo el día, todo el tiempo, nadie entendía bien qué impacto tendría. Ahora, no podemos escapar. ¿Pero quién dice que queramos escapar? Las noticias las tenemos en nuestros hogares, oficinas, cafeterías, y cada esquina de las redes sociales. ¡Esa es la fascinación! Aquellas mentes asombrosas que dicen estar informadas, simplemente están enganchadas a interminables ciclos de opiniones que, en su mayoría, nos dicen lo mismo pero de forma diferente.

El ciclo de noticias de 24 horas se ha convertido en un fenómeno que define cómo consumimos información y, en gran medida, cómo percibimos el mundo. Irrumpiendo en nuestras vidas con informativos incesantes, estos ciclos alcanzan tópicos globales y locales, cubriendo desde eventos políticos hasta desastres naturales. Están por todas partes: cadenas de televisión, internet, y hasta en nuestros dispositivos móviles personales. Se alimentan de la necesidad humana de estar informados, pero ¿hasta qué punto dejamos que nos moldean?

Las noticias las tenemos cada segundo, minuto y hora. Esto crea la ilusión de estar siempre 'al tanto', pero también nos lleva a un fetiche por lo inmediato, despreocupándonos por los verdaderos hechos. Y aquí es donde el ciclo de noticias logra su independencia del tiempo y desdibuja la autenticidad. La primicia es la reina, y la verdad tiene que esperar.

Un vistazo atrás nos revela que las noticias no siempre fueron así. Hace varias generaciones, las personas leían los periódicos al amanecer, escuchaban la radio o veían el noticiero televisivo por la noche. La información venía fraccionada, considerada y autoritativa. En cambio, ahora, la velocidad vertiginosa del ciclo de 24 horas nos sugiere que cada noticia es urgente. Nos invita a internalizar la inmediatez como una forma de vida.

¿Y quién se aprovecha más de este ciclo de constante flujo informativo? Los conglomerados mediáticos y sus selectos anfitriones. No se sorprendan cuando encuentran que las mismas historias son presentadas de manera diferente en varios canales según su orientación ideológica. Sin embargo, ¡eso es lo que vende! Una audiencia fiel a sus mantras espera opiniones cercanas a sus valores en vez de hechos duros. La multiplicidad de enfoques, lejos de enriquecer, produce un ruido ensordecedor.

Aquí es donde opinadores se convierten en celebridades, casi influyentes más que verdaderos periodistas. Existen quienes buscan ser famosos en lugar de verdaderos embajadores de la verdad. Muchas veces, se dibuja el titular sensacionalista que atraerá una y otra vez a quienes son víctimas del ciclo.

Las redes sociales han exacerbado aún más este ciclo. Twitter, Facebook, e Instagram ofrecen un buffet interminable de noticias empaquetadas, donde miles de personas creen ser expertos con un retweet o un comentario. La retroalimentación inmediata que estos entornos propician, convierte las redes en un círculo vicioso de confirmación de creencias y distorsión de la realidad.

Ahora, tomemos un momento para considerar al público. Decía un sabio que el exceso de información puede ser más perjudicial que la ignorancia. Y tal vez esta sea la pesadilla del ciclo de noticias de 24 horas: nunca ponemos un fin, nunca decimos "suficiente es suficiente". Nos consume, y con tanta información recopilada, es una maravilla que recordemos lo que realmente importa.

Podemos afirmar que, en última instancia, este ciclo de inmediatez y reducción al absurdo tiene más que ver con el entretenimiento que con la información. Un entretenimiento que, por cierto deja al espectador con una sensación mixta de incertidumbre y tedio. Pues a diario, la saturación de malas noticias hace que sin darnos cuenta, aceptemos lo extraordinario como banal.

En definitiva, adorar al ciclo de noticias de 24 horas es una muestra de cómo nos adaptamos a lo que creemos que necesitamos pero de lo que realmente podríamos prescindir. Al final del día, la pregunta que debemos plantearnos es: ¿Qué tanto queremos dejar de observar la verdadera realidad para caer en la distracción perpetua que este ciclo impone?