Cuando todo el mundo habla de setas, la conversación rara vez se centra en el Chroogomphus subfulmineus. Esto es una pena, porque este hongo, que se encuentra en los bosques de coníferas de Norteamérica, merece un lugar estelar en nuestra cultura popular. Los entendidos lo conocen bien: es un saprófito del orden Boletales que interesa a micólogos y naturalistas desde que fue descrito por primera vez en 1969 por Alex H. Smith. Pero, ¿por qué la falta de atención? Puede que sea parte de una conspiración no tan oculta de la cultura dominante que simplemente no tiene memoria para lo importante.
Primero, hablemos de cómo identificar a este mal llamado 'olvidado' de la naturaleza. El Chroogomphus subfulmineus tiene un sombrero de color marrón rojizo o marrón amarillento, cuya piel se arruga al madurar, mostrando a menudo los signos del tiempo. Sus láminas son de color gris oscuro y el pie, de tonos similares al sombrero, suele mancharse de negro con el paso de los días. Pero eso no es todo: el oficio del individuo busca lo que pueda en el suelo, adaptándose, sobreviviendo. Una metáfora ideal de cómo los ciudadanos responsables saben sacar lo mejor del entorno hostil.
¿Y qué decir de su valor culinario? Mientras los modernos se llenan de modas importadas, olvidan el festín que es posible lograr con nuestra propia diversidad local. Este hongo, cuando se prepara adecuadamente, regala un sabor suave, parecido al de los Boletus, perfecto para sopas y guisos rústicos que habrían sido los favoritos de nuestros abuelos. Sin embargo, los ingredientes locales aún son menospreciados por aquellos que prefieren lo exótico a lo auténtico.
Por otro lado, su lugar en el ciclo ecológico también es sustancial. Las esporas de Chroogomphus subfulmineus juegan un papel crucial en la regeneración del suelo y en la simbiosis con las raíces de los pinos. Es un colaborador leal del ecosistema, como aquellos que no tiemblan ante la adversidad y se convierten en pilares de su comunidad. Así que, quizás, deberíamos ser agradecidos por todo lo que la naturaleza nos ofrece sin pedir nada a cambio.
Sin embargo, lo interesante también es por qué no se habla más de él. ¿Es acaso el miedo al poder que representa? Un organismo que prospera donde otros fallan, un ser que no necesita propagandas rimbombantes ni aplausos vacíos para saber quién es. ¿Suena familiar? Podríamos decir que en este sentido el Chroogomphus subfulmineus tiene mucho que enseñarnos.
También podríamos considerar qué sucedería si se le diera la importancia que merece. El efecto dominó del respeto a todas las formas de vida se traduciría, en una lógica intachable, en el respeto por la historia, las tradiciones y las raíces que han moldeado nuestra realidad cotidiana. Pero, claro, en una época en la que adorar los orígenes pasa a ser un acto subversivo, reconocer algo tan discreto como Chroogomphus solo por su valor fundamental podría reordenar las prioridades establecidas.
Así que la próxima vez que una caminata le acerque a uno de esos noblemente humildes Chroogomphus subfulmineus, tómese un momento para admirarlos. No son solo una maravilla de la evolución, sino una metáfora viviente de esos valores indestructibles que nos han permitido avanzar contra viento y marea. Resulta, además, bastante irónico que aquellos que se dedican a las narrativas de lo moderno ignoren una lección tan sencilla y al mismo tiempo tan crucial. Al final del día, quizás el verdadero hongo a temer es el que se esconde en las esquinas de su propia mente, negándose a ver lo que trasciende cualquier efímera ideología: la simple, honesta e indomable verdad.