¡El Desastre de la Agenda Progresista!
En un mundo donde la lógica parece haberse perdido, los progresistas han decidido que es hora de cambiarlo todo, y no precisamente para mejor. En Estados Unidos, desde que la administración actual tomó el poder en enero de 2021, hemos visto un desfile de políticas que desafían el sentido común. Desde la Casa Blanca hasta las ciudades más pequeñas, la izquierda ha estado empujando una agenda que amenaza con desmantelar los valores tradicionales que han sostenido a la nación durante siglos. ¿Por qué? Porque creen que saben mejor que todos nosotros cómo debería ser el mundo.
Primero, hablemos de la economía. La inflación está por las nubes, y no es casualidad. Las políticas de gasto descontrolado y los paquetes de estímulo sin fin han inundado el mercado con dinero, devaluando el dólar y haciendo que los precios suban. Pero, claro, la solución de los progresistas es más gasto. ¿Quién necesita responsabilidad fiscal cuando puedes simplemente imprimir más billetes?
Luego está el tema de la seguridad. En ciudades como San Francisco y Nueva York, las políticas de "desfinanciar a la policía" han llevado a un aumento en la criminalidad. Los ciudadanos honestos viven con miedo mientras los delincuentes se sienten más empoderados que nunca. Pero, según los progresistas, la culpa es de la sociedad, no de los criminales. ¿La solución? Más programas sociales y menos policías. ¡Brillante!
La educación es otro campo de batalla. Las escuelas públicas están más interesadas en adoctrinar a los niños con teorías de género y revisionismo histórico que en enseñarles matemáticas o ciencias. Los padres que se atreven a cuestionar este enfoque son etiquetados como extremistas. ¿Y qué hay de la meritocracia? Olvídalo. Ahora se trata de igualdad de resultados, no de oportunidades.
La política energética es otro desastre. En un intento por "salvar el planeta", se han cerrado oleoductos y se ha obstaculizado la producción de petróleo y gas. El resultado: precios de la energía por las nubes y una dependencia creciente de fuentes extranjeras. Mientras tanto, los vehículos eléctricos, que supuestamente son la solución, siguen siendo inaccesibles para la mayoría de los estadounidenses.
La libertad de expresión también está bajo ataque. Las grandes tecnológicas, en connivencia con el gobierno, censuran cualquier opinión que no se alinee con la narrativa oficial. Las voces disidentes son silenciadas, y el debate abierto se convierte en un recuerdo lejano. ¿Es esta la democracia que nos prometieron?
Y no olvidemos la política exterior. La retirada caótica de Afganistán fue un espectáculo bochornoso que dejó a aliados y enemigos cuestionando el liderazgo estadounidense. La debilidad percibida invita a la agresión, y el mundo es un lugar más peligroso como resultado.
Finalmente, está la cuestión de la identidad. La obsesión por dividir a las personas en categorías cada vez más pequeñas ha creado una sociedad fragmentada. En lugar de unirnos bajo una bandera común, se nos anima a vernos como oprimidos u opresores, dependiendo de nuestra raza, género o preferencia sexual.
En resumen, la agenda progresista está llevando a la nación por un camino peligroso. Las políticas que se están implementando no solo son imprudentes, sino que también son una amenaza para el tejido mismo de la sociedad. Es hora de despertar y darse cuenta de que el emperador no tiene ropa.