Imagina despertar un día para descubrir que un grupo de mujeres se dedica al canibalismo con fines artísticos y filosóficos. Eso es exactamente lo que hacen las 'Chicas Caníbales', un colectivo que inició en 2023 en Argentina, en el corazón de Buenos Aires. Se hacen llamar artistas y defensoras de una nueva ética de consumo. Argumentan que ingerir carne humana de manera consensuada y ritual forma parte de una expresión artística y política.
Lo sé, suena sacado de una película de terror, pero este fenómeno ha captado la atención de la élite progresista en el arte moderno, quienes los aplauden por "romper tabúes". Ahora, eso deja una pregunta: ¿Qué tan depravado puede volverse el discurso de algunos, cuando aparentemente todo vale en nombre del arte y del activismo social?
Primera en la lista de observaciones es el por qué. ¿Por qué un grupo de mujeres decide optar por el canibalismo como forma de expresarse? Resulta que, para ellas, simboliza una protesta contra el capitalismo alimenticio y la cosificación del cuerpo humano. En su narrativa, esta macabra práctica es una metáfora que denuncia las desigualdades de género y clase. Según sus declaraciones, se autoidentifican como 'anticapitalistas, feministas y defensoras del cuerpo humano'.
Luego está el cómo. Nos cuentan que este acto no es más que una representación, que lo hacen con consentimiento mutuo. 'No somos monstruos', aseguran. Sin embargo, eso no pinta con nuevas luces algo tan obscuro. Cualquiera con sentido común vería las implicaciones éticas de lo que estos eventos traen consigo.
Uno podría pensar que este tipo de performances serían rápidamente condenados, al menos por respeto por los derechos humanos básicos o siquiera decencia común. Pero no, las 'Chicas Caníbales' han recibido entrevistas en medios donde son tratadas más como intelectuales que como sujetos de escrutinio. Eso en sí mismo es una observación clara de cómo ciertos grupos prefieren mirar hacia otro lado cuando lo absurdo coincide con sus engañosas posiciones.
En el ámbito de la política pública, este fenómeno plantea preguntas inquietantes. ¿Cuáles son los límites del activismo? ¿Dónde está la línea entre el derecho a la expresión artística y el respeto por la integridad humana? Claro, sumémosle el caldeado debate de la libertad de expresión. En un mundo donde censurar discursos tradicionales se ha vuelto común, resulta fascinante ver lo que sí se permite bajo la bandera del 'progresismo'.
Al analizar este caso, no podemos pasar por alto que estas prácticas se llevan a cabo bajo un halo de secretismo. No hay permisos municipales ni legales que regulen estas acciones; son espectáculos subterráneos que operan en un limbo jurídico y moral. Y eso no parece molestar tanto al público, siempre que lo empaquen como un movimiento artístico valiente.
La quinta observación gira alrededor de la recepción pública. Sorprendentemente, aunque a veces se levantan algunas pestañas, se encuentran seguidores fervientes que interpretan estas acciones como parte del progreso humano. Sin embargo, la gran mayoría, ante estas noticias, manifiesta un rechazo absoluto, y con justa razón.
Hablando de controversias, el nefando espectáculo de 'Chicas Caníbales' también sale a la luz en un momento donde la moralidad está constantemente en la cuerda floja. Y aunque suene irónico, ofrecen un espejo para ver cómo de alejados estamos a veces de los valores más básicos. Su historia no es simplemente una rareza, sino una llamada para cuestionar hasta qué punto estamos dispuestos a abrazar lo abyecto en nombre de la pretendida innovación cultural.
Finalmente, el punto no es simplemente criticar un aspecto más de lo que algunos podrían llamar "vanguardia", sino evidenciar cómo esta retorcida forma de expresión musical socava los fundamentos de una civilización que ha luchado por establecer lo que significa el progreso real. Una civilización que debería buscar más el elevar el espíritu que pisotearlo disfrazado de arte.
A través de la actuación de las 'Chicas Caníbales', se nos presenta una pregunta fundamental: ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestro sentido común y ética en aras de una dudosa modernidad? Un llamado a revisar qué es lo que verdaderamente constituye 'avance' sin caer en los excesos de un liberalismo moral sin freno.