Cerusa: El Polvo Suave que Pica a la Izquierda

Cerusa: El Polvo Suave que Pica a la Izquierda

Cerusa, aun sonando inofensiva, fue un polvo fulminante en la Antigua Roma y Europa. Hoy en día levanta debates sobre qué sacrificios estamos dispuestos a soportar en nombre de la belleza.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

Cerusa, esa palabra que suena tan suave, evoca la historia de un polvo que causó revuelo en más de un sentido. Este mineral, conocido como blanco de plomo, se remonta a tiempos de la Antigua Roma, donde se usaba para blanquear y embellecer la piel. Una joya del pasado, cerusa, también fue protagonista en los retratos de la realeza europea, quienes la usaban con la sola intención de lucir perfectos. Su supremo dominio llegó entre los siglos XVII y XVIII, particularmente en Europa, donde ese acabado impecable era sinónimo de estatus.

Ahora vamos al grano, ¿por qué sacar a flote un tema de hace siglos? Porque en la actualidad, una mención de cerusa puede agitar las aguas de la corrección política como ningún otro polvo. En su época dorada, nadie murmuraba sobre los potenciales riesgos de salud y, francamente, las zonas liberales ni existían para levantar hoy en día una ceja inquisitiva. La realidad es que, con la cerusa, los monarcas del ayer no solo blanqueaban sus rostros, sino también sus conciencias, pavimentando así el camino para que la cosmética tomara el papel central que ocupa hoy.

Estamos hablando del mismo material que, como polvo para el maquillaje, hacía parecer que respirar aristocracia era posible con solo un toque a la piel. Claro, no todo fue glamour, pues el uso excesivo revelaría sus colmillos químicos, causando estragos en la salud. Serías testigo de una piel radiante que sucumbía con el tiempo, llevando al usuario a experimentar problemas que la modernidad, embelesada con su resplandor, decidió dejar atrás. Y ni mencionar los efectos devastadores sobre el medio ambiente. Ahora, imagina la hipocresía de criticar todo lo que la cerusa representó mientras milenios después coexistimos con contaminantes de peor índole.

¿Por qué mirar hacia otro lado cuando el pasado resulta incómodo? Cerusa representa el ingenio humano, pero conlleva una advertencia. Fue un componedor de belleza que ostenta el potencial de generar cicatrices, un recordatorio de cuánto hemos avanzado en nombre del progreso. El tema aquí es que, tal vez sin quererlo, este polvo nos enseñó más de lo que parece. La complacencia no conoce el lujo de la comodidad segura.

Frustrante para algunos, empoderante para otros; las historias de la cerusa nos muestran que el ser humano siempre ha estado dispuesto a correr riesgos por aquello que considera valioso. La pregunta es: ¿cuáles son esos riesgos de hoy que preferimos ignorar pero que los futuros cronistas seguramente contemplarán con horror? El desequilibrio entre el deseo de belleza y la responsabilidad ambiental. Al charlar de cerusa, estamos igualmente charlando de los desafíos de nuestro tiempo.

Podremos haber dejado atrás el polvo físico, pero ¿hemos dejado sus lecciones? Hoy más que nunca nos enfrentamos a tecnologías que, como la cerusa, prometen perfección con un guiño de peligro socavador. Esta dualidad, tan bien representada por el polvo blanco del pasado, es casi profética en su relevancia actual. Y mientras algunos se esmeran en tapar el sol con un dedo y avanzar con un pie en la cuerda floja del progreso, solo los temerarios se detienen a mirar atrás, preguntándose qué más podríamos estar añadiendo inconscientemente a nuestra propia dosis de "cerusas" contemporáneas.

Simplemente no podemos permitir que la historia misma de la cerusa se repita bajo nuevos disfraces. El riesgo corroe las bases de la civilización cuando se ignora sin cuestionamientos. Sin embargo, a cada latigazo de moralidad podemos aprender, si tan solo nos atreviéramos. Y es que solo quien examina el polvo del pasado está capacitado para barrer con verdadero entendimiento las calles de su presente.