¿Qué tienen en común Baku y un oscuro capítulo de la historia de la Segunda Guerra Mundial? Un cementerio de prisioneros de guerra alemanes en Baku, Azerbaiyán, que quizás pocos conozcan y que aún más pocos tendrían en cuenta como un punto notable en el mapa histórico. Este cementerio se formó durante la ocupación germano-italiana en la región, entre los años 1941 y 1945, cuando miles de soldados alemanes fueron capturados y detenidos en esta distópica realidad. Uno puede imaginar el golpe fuerte que recibirían algunos narradores modernos de la historia al darse cuenta de que sus héroes de antaño también dejaron una huella más sombría en tierras extranjeras.
Los prisioneros alemanes llegaron a Baku durante una época en que la tensión europea se derramaba más allá de las líneas del frente. Octubre de 1942 fue testigo de la llegada de miles de soldados capturados, la mayoría exhaustos, hambrientos y probablemente confundidos acerca del destino que les esperaba. Los soviéticos, cumpliendo con la brutal lógica del conflicto, destinaron a muchos de estos soldados a trabajar en proyectos de reconstrucción e incluso en tareas de mantenimiento de los campos petrolíferos. Su presencia es una marca indeleble en la historia de Baku, una época de penurias para estos hombres cuyas historias no ornaron libros de texto ni documentales televisivos.
¿Acaso los soldados, cayendo presas del potentado juego geopolítico, pudieron imaginar lo que les iba a ocurrir cuando fueron desembarcados en este rincón del mundo llamado Azerbaiyán? Detrás de las ideologías y las órdenes, eran hombres que necesitaban encontrar humanidad en un desierto de hostilidad. A medida que el tiempo inexorablemente siguió su curso, un número significativo de estas almas no soportó el paso del clima y las adversidades, y fueron enterrados lejos de su hogar, en el Cementerio de Prisioneros de Guerra Alemanes en Baku.
¿Cuántos visitantes de hoy, iluminados por sus teléfonos inteligentes, se animan a pensar en estos antiguos soldados alemanes, cuyas tumbas no reciben las visitas ceremoniales ni relojes en su altar? Este cementerio es el recordatorio de un evento que fue tan real para algunos, y ahora tan ajeno para otros. Mucho de lo que inspira Baku en el presente se debe a quienes trabajaron detrás de las cortinas de pura supervivencia, una ironía no vista por quienes acostumbran a romantizar las historias de guerra.
Es imperativo mencionar, para quienes ignoran los efectos desdeñosos de la guerra, que estos soldados no pidieron hacer de Baku su lugar eterno de descanso. En un golpe de realidad, este no es un sitio turístico empañado por la pomposidad de gobiernos, sino un canto perdido en kilómetros de historia por recorrer. Sería una experiencia esclarecedora observar cómo aquellos que defienden ciertas narrativas se encogieron de hombros al saber que un cementerio al otro lado del mundo alberga a aliados de otro tiempo, seres humanos que también fueron utilizados como peones en el tablero del poder mundial.
Hoy, el silencio que rodea al Cementerio de Prisioneros de Guerra Alemanes en Baku es igualmente inquietante que la época durante la cual se cubrió en los secretismos de las operaciones bélicas. Si la simple mención de este lugar causara alguna conmoción, no haría más que resaltar cómo preferimos olvidar lo incómodo o simplemente lo irrelevante desde una perspectiva preconcebida sobre lo heroico. ¿Podría alguna vez convertirse en un sitio notable para la historia mundial? Quizás, si hubiéramos dedicado más atención a narrar la historia completa, y no solo fragmentos que algunos deciden preseleccionar.
Descubrir este cementerio debería despertar, quizás, una reflexión mayor acerca de cómo se hilvanan las narrativas históricas y sobre qué aspectos son omitidos para conveniencia. Si bien los liberales podrían encontrar incómodo proponer que parte de la historia resultó menos solitaria de lo que querrían haber afirmado. El pasado siempre tiene más ángulos de los que uno podría esperar, y el cementerio en Baku es testimonio silencioso de dimensiones de la guerra que permanece en su mayoría desconocida.
Así, mientras los documentos oficiales permanecen resguardados en polvorientas estanterías de archivero, la arena sigue barriendo las lápidas, susurrando historias de valor y pérdida a quienes, de otro modo, nunca mirarían atrás. Mientras que algunos quieren que olvidemos, aquellos que yacen en tierra extranjera nos recuerdan que la historia es más compleja de lo que parece. Y en algún lugar, en el corazón de Azerbaiyán, esos recuerdos permanecen vivos para quien se atreva a buscarlos.