La política puede ser tan emocionante como ver crecer el césped, pero luego está Carol Browner, quien ha logrado irritar a más de un conservador. Browner, nacida el 16 de diciembre de 1955 en Miami, Florida, es una figura que emergió como una especie de héroe para quienes están al otro lado del espectro político. Fue Administradora de la Agencia de Protección Ambiental (EPA en inglés) desde 1993 hasta 2001 y Directora de la Oficina de Energía y Cambio Climático en la Casa Blanca de 2009 a 2011. Así que, ¿por qué deberían preocuparnos las políticas de Browner? Vamos a echar un vistazo.
Primero, su enfoque radical hacia la regulación ambiental marcó un hito en la historia política de los Estados Unidos. Como directora de la EPA bajo la administración de Bill Clinton, Browner no se anduvo con rodeos adoptando regulaciones estrictas que, según ella, ayudarían al medio ambiente. Pero aquí está el truco: esas mismas políticas paralizaron sectores industriales clave, afectando el crecimiento económico. Incrementó las normativas al punto de asfixiar la innovación y la competitividad de muchas empresas estadounidenses.
Ahora hablemos sobre lo que hizo más recientemente. En 2009, bajo la administración de Obama, Browner resurge como asesora clave en materia de cambio climático. Con una posición más elevada, empujó para implementar políticas climáticas que, contrario a lo que uno esperaría, no resuelven necesariamente los problemas ambientales, pero sí añaden cargas financieras significativas a las empresas. ¿Cuál fue el resultado? Un aumento en los costos de energía, lo que perjudica el bolsillo de los consumidores comunes.
Es bastante curioso que, en lugar de fomentar políticas de energía que potencien el uso de recursos propios como el carbón y el gas natural, Browner haya abogado por medidas que tienen un historial de provocar incrementos en los precios y la dependencia de tecnologías aún no maduras. Vivimos en un mundo donde se nos dice constantemente que miremos hacia el futuro, sin embargo, estas políticas más parecen retroceder progresos en términos de independencia energética y presión fiscal.
Y no olvidemos su papel en el famoso Plan de Energía Limpia de Obama, un desastre regulatorio que más tarde sería desmantelado. Se pretendía que las energías renovables dominaran el mercado energético, ignorando las realidades prácticas y los costos extraordinarios para los consumidores.
Otra perla en la carrera de Browner son sus estrechas relaciones con organizaciones ambientalistas radicales. Estos grupos, que pintan todo en verde, parecen olvidar que sus tan aclamadas propuestas podrían costarnos mucho más a largo plazo en términos de empleo y desarrollo económico.
Y aunque los administradores de anteriores agencias buscan, al menos, el equilibrio entre la economía y el medio ambiente, Browner nunca lo intentó. Se le olvida que una nación fuerte económicamente también es más capaz de invertir en tecnologías ambientales verdaderamente efectivas.
Es importante recordar que el cambio climático es un asunto serio que merece atención. Sin embargo, las medidas extremas no son la solución. Las políticas encabezadas por Browner demuestran cómo la burocracia puede superar el sentido común, imponiendo cargas que ahogan a la clase trabajadora.
Entonces, ya sea el asfixiante mandato de la EPA bajo su dirección o su posterior papel como asesora climática, una cosa está clara: las políticas de Browner no solo incomodaron a los conservadores, sino que también perjudicaron a la gente común al elevar los costos energéticos y dificultar el progreso económico. Mientras que algunos creen que acomodar las demandas ambientales debe ser nuestra prioridad número uno, hay que ser cautos al analizar a quién realmente afectan estas regulaciones.
Finalmente, es el pueblo estadounidense el que paga el precio de estas iniciativas mal concebidas. Carol Browner puede ser glorificada por algunos como una paladina del medio ambiente, pero quizás deberíamos preguntarnos a quién realmente beneficia al final del día.