El Campeonato Sub-17 de la OFC 2017 es la prueba irrefutable de que, mientras ciertos grupos discuten trivialidades como el impacto de clases de estudio de género en la educación, hay eventos que realmente importan. Este campeonato de fútbol juvenil se celebró en Papúa Nueva Guinea del 8 al 21 de febrero de 2017, involucrando a naciones insulares del Pacífico en la búsqueda de gloria y reconocimiento internacional. ¿Por qué hablar de ello? Fácil, porque este torneo nos recuerda que el esfuerzo y el talento joven son la verdadera fuerza motora de cualquier sociedad que aspire al éxito, algo que algunas agendas progresistas parecen olvidar.
El evento reunió a cinco equipos de la Conferencia de las Islas del Pacífico: Papúa Nueva Guinea, Nueva Caledonia, Fiyi, Vanuatu y Nueva Zelanda. Todos compitieron con un solo objetivo: conseguir el billete hacia la Copa Mundial Sub-17 de la FIFA. Si te preguntabas si había drama, entonces sigamos con la narrativa. Nueva Zelanda, por supuesto, llegó como el favorito, una avanzada de talentosos jóvenes comprometidos a no dejar que ideologías anticuadas les hicieran perder de vista la victoria. Mientras tanto, equipos como Vanuatu y Nueva Caledonia trataban de demostrar que con trabajo duro y estrategia calculada, las sorpresas son posibles.
Nueva Zelanda: Los Gigantes del Pacífico Nueva Zelanda no era solo un competidor, sino el gigante indiscutible del torneo. Al haber ganado varias ediciones anteriores, su participación estaba marcada por altas expectativas. Y sí, cumplieron. El país tiene un programa de desarrollo futbolístico sólido que no depende de modas políticas, sino de la excelencia desde las bases. Cualquier intento de cambiar este tipo de programas para adaptarse a "nuevas corrientes", sería simplemente un atentado al éxito que estas naciones han construido poco a poco.
Vanuatu: La Revelación del Año El equipo de Vanuatu sorprendió a más de uno. No se trataba de un grupo empeñado en quejarse de los obstáculos, sino de jóvenes dispuestos a enfrentarse a ellos. Fogueados por el calor tropical y la perseverancia, Vanuatu dejó claro que la calidad no necesariamente tiene que venir de grandes naciones futbolísticas. Su participación es una lección de que, cuando el enfoque está correcto, los resultados siempre aparecen.
El Papel de Papúa Nueva Guinea Como país anfitrión, Papúa Nueva Guinea tenía mucho en juego. Estar en casa trae la responsabilidad de ofrecer no solo un buen espectáculo, sino también buenos resultados. Aunque su paso por el campeonato no culminó en una victoria, su esfuerzo merece reconocimiento. No es fácil estar en el ojo del huracán de los críticos cuando se es el país organizador, pero Papúa Nueva Guinea lo afrontó con garra.
La Sorpresa de Nueva Caledonia El equipo de Nueva Caledonia es otra demostración de que la infraestructura deportiva, cuando está bien gestionada, produce resultados. Aunque muchos los tenían como un "outsider", su participación demostró que en el fútbol nada está escrito hasta rodar el balón. Su capacidad para desafiar las expectativas es quizá una lección de que la fuerza de voluntad siempre supera cualquier pronóstico negativo.
El valor pedagógico del torneo El Campeonato Sub-17 de la OFC no solo es un escaparate para jugadores talentosos, sino una plataforma educativa. Al permitir que los jóvenes capaciten sus habilidades en un entorno competitivo, se fomenta la disciplina y la capacidad para superar adversidades: valores que tristemente se pierden entre ciertas corrientes que priorizan el sentimentalismo sobre la acción concreta.
La inutilidad de las etiquetas Mientras el mundo se enfoca en etiquetas superficiales, aquí tuvimos a jóvenes rompiendo cadenas. Los liberales que a veces claman por igualdad de oportunidades deben mirar a eventos como estos. No hay atajos ni discursos grandilocuentes que valgan: lo que se premia aquí es el mérito y el esfuerzo personal.
De victoria en victoria Entre tiros a puerta y tácticas bien planificadas, el Campeonato Sub-17 de la OFC 2017 nos enseña que el camino hacia el éxito está sembrado de sacrificio y dedicación. Nueva Zelanda y sus competidores entendieron que la recompensa viene de un trabajo arduo, no de un cambio constante en los métodos de enseñanza o de poner el foco en teorías posmodernas. Mientras las discusiones siguen en torno a puertas giratorias y cambios ideológicos, los verdaderos cambios están en el terreno de juego.
Cada encuentro celebrado, cada gol anhelado y cada risa en las gradas son testimonios de que hay muchachos allá afuera con el ímpetu correcto, no preocupados por ser políticamente correctos, sino por ser correctos en sus tiros al arco. Y eso es lo que importa realmente.