Buford, Colorado, es un pequeño y pintoresco punto en el mapa de los Estados Unidos que muchos podrían pasar por alto—y al hacerlo, perderían una lección importante sobre el espíritu único que define a este país. Para empezar, Buford no es un pueblo como cualquier otro. Durante un tiempo, fue conocido como el pueblo más pequeño de los Estados Unidos, con una población fluctuante que ha llegado a ser de solo una persona, John P. "Don" Sammons, quien era simultáneamente el alcalde, habitante, y encargado de la tienda. Eso es algo que los progresistas urbanos definitivamente no pueden entender.
Este lugar es un testimonio vivo de la autosuficiencia. En un mundo donde la dependencia del gobierno y las regulaciones pesadas dictan gran parte de nuestras vidas diarias, Buford nos recuerda que las mejores cosas vienen en paquetes pequeños, donde la comunidad no necesita ser construida por un comité, sino por la libertad. Si eso no inspira, ¿qué lo hará?
Ubicado a 8,000 pies sobre el nivel del mar, cerca de las montañas Rocosas, Buford ejemplifica las oportunidades únicas que nos ofrece la sangre, la tierra y la herencia. Creemos en trabajar duro y en la recompensa de ser dueños de nuestro propio destino. Las comodidades llegan agradecidas al final de un día de arduo trabajo, no por demandas exigentes al gobierno o una burocracia interminable.
Por supuesto, alguien que disfrute del Starbucks en cada esquina o el Wi-Fi a la velocidad de la luz en sus hogares elegantes podría no ver el atractivo. Pero recordemos que esos lujos son justamente el resultado de los valores que Buford simboliza: el libre mercado, la iniciativa individual, y la resistencia. Aquí, el lechero no tiene hora, porque el lechero eres tú.
Para muchos críticos, el valor de un lugar como Buford podría ser ridiculizado; no tiene el glamour de ciudades que se apilan sobre sí mismas buscando aceptación cosmopolita. Sin embargo, este pueblo representa una parte vital de la cultura y economía estadounidenses, estableciendo su importancia no solo en lo que es, sino en lo que podría ser. El hombre que poseyó el pueblo podría venderlo en una subasta, pero lo que realmente vende solidez es la idea de que puedes poseer tu vida de verdad.
En 2012, fue vendido por $900,000 a dos vietnamitas con la aspiración de establecer allí un centro de negocios. El precio y la transacción son un reflejo directo del valor supremo de esta pequeña pero grandiosa propiedad. La capitalización de Buford muestra que hay demanda por más que solo comodidades materiales; la libertad verdadera es también un activo codiciado.
¿Quién diría que este diminuto lugar también podría convertirse en un éxito internacional? Y es que las buenas ideas y los principios sólidos no tienen fronteras. Buford demuestra que cuando el sistema grande y burocráticamente costoso se cae, los principios simples como la propiedad y la responsabilidad individual terminan siendo la respuesta. De eso está hecho el sueño americano, no de esperanzas difusas y promesas vacías de cambio.
Para los americanos que ven la expansión urbana con desdén, este pueblo es un ejemplo perfecto de cómo menos puede ser mucho más. El mensaje es claro: mientras los problemas sean enfrentados con verdadera independencia de pensamiento y labor, el avance es inevitable. Buford, aunque pequeño en cifras, es un gigante en simbolismo.
Algunos podrían burlarse de Buford y sus ciudadanos, pero incluso las críticas más duras deben admitir que hay mérito en querer ser dueño de tus propias decisiones, y en no entregarse al capricho de los reguladores gubernamentales que parecen multiplicarse hora a hora.
En Buford no encontrarás monumentos despilfarradores, sino un espacio que ha encontrado su lugar en la memoria que nunca debemos dejar atrás. Este lugar puede haberse modernizado en partes, pero su esencia no puede ser corrompida por el paso del tiempo o la presión externa para ajustarse a un ideal llamado modernidad, que en su esencia, muchas veces ignora las raíces que solidifican una nación y entregan a las futuras generaciones las herramientas para volverla verdaderamente grandiosa.