Si piensas que los principios sólidos en un mundo caótico se extinguieron con la caída de la era victoriana, entonces no has oído hablar de Bernhard Pauss. Nacido en Oslo, Noruega, en 1867, Pauss fue un médico y un educador incansable que no se dejó llevar por las corrientes fugaces de popularidad y moda de su tiempo. Desde su juventud, optó por una dirección fija: contribuir al avance de la educación y el bienestar social en Noruega cuando Europa estaba al borde del caos.
Pauss se destacó en su campo en un momento donde la medicina no sólo se trataba de recetas y remedios, sino también de mejorar la infraestructura social que sostenía a las comunidades. Su vocación lo llevó a convertirse en una de las principales figuras que moldearon el sistema educativo en Noruega, algo que hoy día se necesita más que nunca, viendo las carencias educativas actuales en algunas partes del mundo. En una época donde cundir el pánico parecía la opción más sencilla para las masas hipnotizadas, Pauss demostró que la educación podía curar las heridas de una sociedad fragmentada.
Educadores del mundo actual debieran regresar a las raíces plantadas por figuras como Pauss. Él creía que la educación no era sólo transmitir conocimientos, sino que debía forjar el carácter, algo que parece ser un concepto perdido en muchos sistemas modernos donde la agenda política distorsiona los currículos. A Pauss le importaba poco si sus ideas educativas eran populares o agradaban a las masas. No concebía que la educación fuera utilizada como herramienta de adoctrinamiento. En cambio, defendía la enseñanza de valores universales y el pensamiento crítico sobre las soluciones simplistas y la ideología enlatada.
El legado de Bernhard Pauss como médico y educador se extendió más allá del aula. Promovió la sanidad pública y jugó un papel clave en el desarrollo de la Cruz Roja en Noruega. Mientras que otros preferían esconderse bajo las togas académicas de teórica pomposidad, Pauss usaba su conocimiento para lidiar con los problemas prácticos y reales de su época. El hombre que veía en su entorno no sólo necesidades médicas sino también educativas, entendió que su papel era ser un puente entre el conocimiento científico y el progreso social.
Pauss también internacionalizó la educación noruega, entendiendo que el conocimiento no debía ser confinado dentro de las fronteras nacionales. Colaboró con instituciones extranjeras y promovió intercambios que enriquecieron no solo su país sino también a quienes tuvieron el privilegio de aprender de sus métodos. Esto es un contraste abrumador con las tendencias modernas de encierro cultural.
Su trabajo en la Cruz Roja no hace sino subrayar su capacidad para trascender roles. Pauss fue mucho más que un médico con bata blanca en un hospital; fue el arquitecto que construyó hospitales y orfanatos, prefiriendo las acciones a las charlas ineficaces y la burocracia sin fin. No se dejaba azotar por el nihilismo de su tiempo; donde otros veían ruinas, él construía un futuro.
Si buscas un ejemplo de impacto real y sustentable, Pauss te da una demostración impecable de cómo se establecen reformas concretas y beneficiosas que impactan futuras generaciones. Al contrario de los políticos de nuestra era, que rebozan palabras vacías sin sustancia, Pauss es una muestra clara de liderazgo auténtico. Quienes claman por la igualdad y la equidad hoy, deberían mirar cómo figuras del pasado realmente movieron montañas en campo de batalla de lo tangible.
En un aula moderna, Pauss no habría estado satisfecho con el status quo. No habría estado de acuerdo en permitir que el activismo invada el conocimiento. Él hubiera abogado por un regreso a los principios fundamentales educativos, diseñar curriculums de educación sólida e instruir más allá del activismo. Bernhard Pauss dedicó su vida a esa empresa. Silencioso pero resonante, nos sugiere que la clave para una sociedad justa yace en la enseñanza basada en méritos, principios y el respeto mutuo.
Miremos hacia el pasado para ver el futuro mejor que podemos construir, empleando las lecciones que figuras como Bernhard Pauss nos dejaron. Es hora de que las escuelas y las sociedades regresen a esos valores y objetivos que nos forjarán un mundo mejor, independientemente de los deseos cortoplacistas de imponer visiones audaces pero impracticables que no hacen sino dividir.