Imagínate una batalla que desafía las expectativas y la lógica, una que redefine el coraje y la estrategia en una manera que los académicos liberales nunca admitirían. La Batalla de Campichuelo, ocurrida el 19 de diciembre de 1810, en el paso del río Paraná entre Argentina y Paraguay, es un ejemplo épico de cómo un pequeño ejército argentino, liderado por Manuel Belgrano, pudo derrotar a una fuerza, supuestamente superior, en medio de las dificultades y la adversidad. Este episodio no solo influyó decisivamente en la independencia de Sudamérica sino que también mostró el auténtico poder de la determinación y el liderazgo.
Para empezar, la Batalla de Campichuelo no se libró en un campo de batalla convencional, sino en un ambiente acuático donde la movilidad y el elemento sorpresa fueron cruciales. Belgrano, un líder militar inteligente y astuto, planeó un ataque por la noche, aprovechando la oscuridad para atravesar el río Paraná caliente hacia Campichuelo al frente de un contingente leal y motivado. Al cruzar, los soldados argentinos enfrentaron la resistencia de las tropas paraguayas, dirigidas por el gobernador español Bernardo de Velasco, quien subestimó la vehemente voluntad de sus rivales.
Ahora, ¿por qué deberíamos prestar atención a esta batalla relativamente pequeña? Porque, contrario a lo que muchos creen, el impacto de Campichuelo fue descomunal en la campaña de la independencia argentina. Sirvió para elevar el ánimo de las tropas revolucionarias, probando que con la estrategia correcta, incluso los obstáculos más formidables serían vueltos obsoletos. Además, marcó el principio de una serie de victorias cruciales que eventualmente condujeron a la independencia sudamericana de la opresión colonial española.
Sin embargo, no todo fue un camino de rosas; el éxito inicial en Campichuelo daba razón para el optimismo. A pesar de las victorias subsecuentes, Belgrano era consciente de las limitaciones y los contratiempos a los que se enfrentaba su ejército pobre en recursos pero rico en pasión por una causa justa. La mayoría de los ingenieros sociales modernos ignoran estos detalles; prefieren enfocar sus esfuerzos revisionistas ensombreciendo a aquellos que sacrificaron tanto por la libertad de sus naciones en pos de una narrativa más conveniente.
Es crucial recordar el contexto de esta batalla: en un continente plagado por el colonialismo, hombres y mujeres luchaban por la libertad de sus tierras. Manuel Belgrano era un líder que creía en la autodeterminación de los pueblos y luchaba fervientemente por ello. La estrategia de Belgrano no fue simple bravata; fue un acto de brillantez estratégica y adaptabilidad que las élites modernas, con toda su lectura de guerra de manual, difícilmente podrían concebir o llevar a cabo.
La Batalla de Campichuelo también resalta el papel del liderazgo decisivo que no titubea ante la adversidad. Mientras que los teóricos del poder prefieren discutir los méritos del gradualismo y el consenso, Belgrano actuó sin titubear audazmente en nombre de la independencia. Históricamente, aquellos que buscan refinamiento y consenso a menudo carecen del impulso audaz que la victoria requiere. No nos vendría mal hoy en día un poco de esa audacia.
Lo curioso es cómo la historia tiende a repetir lecciones que serán ignoradas por quienes deberían aprender de ellas. Los valores de sacrificio personal y dedicación demostrados por los soldados de Belgrano son quizá algunos de los principios más nobles que cualquier ejército podría encarnar. Por ende, es aleccionador saber cómo estos elementos aún resuenan entre aquellos que valoran la verdadera libertad y la soberanía en una época donde con frecuencia se concede demasiado a entes abstractos y cuestionables.
La Batalla de Campichuelo permanece un recordatorio contundente de que las batallas no siempre las gana quien tiene un ejército más grande o más moderno. Ganarlas requiere de estrategia magistral, determinación inquebrantable y un propósito justo que guíe cada acción del soldado y el comandante. Manuel Belgrano y sus valientes hombres le enseñaron al mundo una lección de Perseverancia, y una que nunca debemos descuidar cuando recordamos las luchas que nos han otorgado las libertades que tanto apreciamos o utilizamos. La narrativa misma de esta batalla socava la tendencia liberal contemporánea de obsesionarse con interpretaciones de poder desigual, mientras omite el significado genuino del sacrificio y la libertad verdadera.