¿Te habías imaginado alguna vez a un barbero arrancando dientes? Pues bienvenido al siglo XVII, una época dorada para aquellos que no le tenían miedo al dolor y a un buen corte de cabello. "Barbero extrayendo un diente" es una pintura que captura este interesante fenómeno médico que, aunque hoy nos podría parecer extraño, era bastante normal en su tiempo.
Tenemos a Gerrit Dou, un pintor neerlandés nacido en 1613 que dio vida a este cuadro alrededor de 1635, en la época dorada del retrato de género. Esta escena tiene lugar en los Países Bajos, donde los oficios se entrelazaban de formas que hoy en día serían impensables, con los barberos actuando como odontólogos primitivos. Sí, así como lo oyes. En plena barbería, entre tijeras y navajas, te sacaban esos dientes que ya no daban más.
Ahora, vayamos al porqué de toda esta peculiar escena. En aquellos tiempos, el acceso médico era limitado y las especializaciones médicas eran prácticamente inexistentes. La falta de conocimiento y de dentistas profesionales hacía que el pueblo confiara en estos multiusos de la medicina. La extracción de un diente era una cuestión de simple pragmatismo, sin las sutilezas que hoy reclama el mundo moderno.
La necesidad es la madre del ingenio: En aquellos días, la escasez de profesionales de la salud convirtió a los barberos en la solución más práctica. Era como el "tengo un amigo que lo hace más barato" de la época, pero con tijeras y a veces más dolor.
El arte de la brutalidad: Gerrit Dou pudo captar la brutal experiencia en su totalidad, la crudeza está ahí, sin filtros ni edulcorantes visuales. La sustancia del arte clásico, más allá de la técnica, reside en su capacidad de reflejar fielmente las sociedades donde se gestó.
¿Merecía la pena el riesgo?: Lo creas o no, la gente prefería esta peligrosa alternativa al verdadero infierno de dolores mantenidos. Hoy vivimos en una burbuja de seguridades excesivas que a veces no nos dejan ver más allá de nuestra propia comodidad.
La incertidumbre médica: En un periodo donde ni siquiera comprendían la teoría germinal de las enfermedades, esta practica nos recuerda lo lejos que ha llegado la medicina moderna, aunque algunos aún se resistan a las vacunas.
Desafíos diarios: A diferencia de hoy, donde buscamos un especialista por cada dolencia, la gente de antaño afrontaba la vida con valentía y se conformaban con lo que había. Al menos, si hoy necesitas un diente fuera, no estás solo en la sala llena de clientes esperando un corte de pelo.
Despertar histórico: Tal práctica queda inmortalizada para que observemos, reflexionemos y, quizás, hasta escuchemos algún quejido ancestral cuando nos sentimos tan cómodos en nuestro presente.
Ingenio contra opulencia: Esta obra de arte incita a la pregunta de quién poseía más libertad. Ellos, con su ingenio y habilidades prácticas, o nosotros, envueltos en el pragmatismo del siglo XXI.
La ironía de la tradición: Hoy día, encontramos intolerancia hacia métodos alternativos de sanación que existieron siglos atrás y se ven con desdén. Sin embargo, algunos programas actuales promueven modas que son igual de irracionales en nombre de la libertad personal.
Reflexiones: Esta pintura no solo captura el sabor de la medicina arcaica, sino que también nos hace reflexionar sobre nuestras propias percepciones de la salud, la medicina, y la vida en comunidad.
Aprendizaje: Lo cierto es que siempre debemos mirar al pasado para apreciar lo que tenemos hoy en día, y estos barberos-salvadores son un recordatorio claro. Al final, siempre podemos decidir si los vemos con temor o admiración frente a un espejo que devuelve más historia de la que queríamos conocer.