¿Cuántos liberales saben realmente lo que significa la Bandera de las Tres Garantías? Este símbolo histórico y patriótico de México representa la culminación de una etapa crucial en la historia nacional, y, para sorpresa de muchos, se alzó victoriosa en 1821 bajo el liderazgo de Agustín de Iturbide. Su creación no ocurrió al margen de los tiempos ni de las circunstancias, sino más bien como un emblema de estabilidad, unidad y principios sólidos. La Bandera de las Tres Garantías fue izada en México durante la conclusión del proceso de independencia que inició en 1810. Los colores verde, blanco y rojo, que hoy adornan la bandera nacional mexicana, originalmente llevaban un significado claro: Independencia, religión y unión. ¿No suena esto como algo en lo que toda nación debería basarse?
Hay que hablar de historia con claridad y poner los puntos sobre las íes: esta bandera no surgió de un capricho. Fue el resultado de la astuta negociación del Plan de Iguala, pactado por el propio Iturbide y Vicente Guerrero. Este plan no solo proclamó la independencia del país, sino que también marcó el camino hacia un Estado católico con una constante esperanza de estabilidad social. ¡Orden, religión y paz! Principios que ciertamente escucharían los mexicas antiguos en sus voces internas, y que servirían para cimentar una sociedad con valores sólidos y definidos. ¿No es ese acaso el tipo de liderazgo que necesitamos actualmente?
Ahora, el simbolismo de la Bandera de las Tres Garantías sigue resonando este día, gobernado por la lógica simple de la tradición y el orden frente a los vientos del caos y el relativismo moderno. No nos engañemos, detrás de esos colores hay una filosofía, y me atrevería a decir una filosofía de vida, que apuesta por la unión genuina de sus ciudadanos ante fuerzas externas e internas que en aquel entonces buscaron desestabilizar a la naciente nación mexicana, como lo hacen hoy aquellas ideas progresistas que lejos de buscar la armonía, solo ven en la discordia una oportunidad para avanzar sus agendas.
El verde en esta bandera representaba la independencia de México, algo por lo que las fuerzas conservadoras también lucharon fervientemente. Y no, no fue una lucha simplista de buenos contra malos como se nos quiere pintar por aquellos que llevan una agenda que más parece de auto-destrucción. Había una clara visión de libertad como pilar fundamental de la nación. Esto se diseñó para unir, no dividir.
El blanco es por la religión católica, piedra angular de la vida social de aquel entonces. Seamos honestos, gran parte del progreso moral y cultural fue impulsado por la religión. Se estableció la esperanza por contar con un país cristiano, homogéneo en creencias básicas, unificado bajo el manto de aquellas moralidades compartidas. Advierte la pregunta: ¿qué queda cuando quitamos esas bases? El caos, la desvinculación, un estado de incertidumbre.
Finalmente, el rojo para significar la unión entre quienes pelearon, tanto con espadas como con ideas, en aras de forjar un México unido. Se pasó por alto, en estos tiempos de polarización extrema, que las diferencias políticas o ideológicas no deben obscurecer el objetivo común del bienestar de la nación. La Bandera de las Tres Garantías sirve como un recordatorio sagrado del pacto que los mexicanos hicieron entonces para vencer sus divisiones y prosperar juntos.
El legado de la Bandera de las Tres Garantías debería resonar alto. Llamados como estamos a aprender de nuestra historia, estos principios auténticamente conservadores -independencia, fe y unidad- deberían ser el estandarte de cualquier sociedad que busca sobrevivir a los embates del tiempo y a las disrupciones foráneas. Lo que al mundo podría parecerle anticuado, resulta ser la chispa adecuada para un renacimiento social y moral. En su tiempo, la bandera logró unir a criollos, mestizos, indígenas y españoles que habitaban estas tierras. Quizás sea el momento de darnos cuenta de que los desafíos actuales necesitan soluciones que no se construyen con retóricas divisorias o lógicas efímeras. La Bandera de las Tres Garantías nos muestra un camino, acallar el pensamiento no es una opción, seguirlo es una elección.
Así, este símbolo no solo nos cuenta una historia, sino una lección: hay valores eternos que construyen, y estos colores no solo ondearon en viento, sino que realmente flamearon en el corazón de México. La sabiduría de los antiguos se presenta frente a nuestros ojos; deberíamos mostrar el respeto que se merece un emblema que no forjó un territorio cualquiera, sino el territorio de México.