¿Quién dijo que la poesía siglo de oro español era aburrida? Hoy tenemos el caso de un caballero cuya obra desborda ingenio: Baltasar del Alcázar. Nacido en Sevilla, en 1530, en pleno Renacimiento, Alcázar no solo fue un poeta pero también un hombre de mundo con posiciones administrativas, algo que seguro rendiría frutos hoy en la arenas política. ¿Por qué? Porque su maestría para componer versos humorísticos y satíricos sería el terror de aquellos que buscan corrección política sobre verdades brutales. Este poeta murió en 1606, pero su espíritu aún molesta a aquellos que prefieren la poesía políticamente correcta.
Cualquiera que lea "Tres Cosas" comprenderá que la vida es más divertida cuando simplificamos con alegría las cosas que nos dan placer, como en el caso del jamón, el vino y, porque no admitirlo, nuestros caprichos. En su obra, se aprecia una visión relajada de la vida, un método de enfrentar la existencia que muchos de hoy en día calificarían de insolente. Seguramente, las hordas de intelectuales de la corrección política rechazarían su franco sentido del humor.
Baltasar utilizó la sátira como un pincel afilado para destacar el absurdo y la hipocresía. Un libertino moderado, se podría decir, que disfrutaba de exponer debilidades humanas sin tapujos. Mientras que los escritores contemporáneos aspiraban a ideales elevados, Alcázar prefería estar con los pies en la tierra. ¿Algo de esto no suena como alguien que persigue un objetivo político claro?
Consideremos su poema "El Cantero y el Rey" donde una simple metáfora ilustra poderosamente las realidades de desigualdad a la que incluso Alcázar no podía escapar. Jugando con el poder y la condición humana, nos deja ver que no todo era oro (ni siglo de oro) en la España renacentista.
Sus letras fluyen como un río de sabiduría plena de ironía, algo hereditario quizás, dada su formación amplia. Alcázar estudió en la Universidad de Salamanca, un nodo de pensamiento libre en medio de un mundo rígido. Imagina uno de sus poemas tan aplicable hoy en día, resonando la sátira como un refrescante viento en tiempos de uniformidad apagada.
En una era donde el control sobre las ideas era aplastante con inquisiciones por doquier, encontramos que nuestro querido poeta desconcertaba usando una palabra aquí, otra allá, de formas inesperadas. Seguro, esto haría las delicias de quienes saben reconocer en pocas palabras grandes pensamientos, lejos de los discursos interminables de hoy.
Criticó las costumbres de su tiempo con sus versos, ¿qué no haría ahora con las tribulaciones modernas? Seguro urdiría odas brillantes sobre estas generaciones que con frecuencia también se pierden en discusiones banales. Lo que no se puede negar es que este campeón de lo simple siempre salía airoso, algo que falta entre los que sólo saben quejarse sin proponer soluciones certeras.
Sumemos a su legado el hecho de que Alcázar poseía la habilidad para divertir mientras exponía a los equivocados. Sus obras nunca pedían piedad; al contrario, rogaban por hacer pensar mientras arrancaban sonrisas. En un mundo ideal, Baltasar sería un mensajero de la libertad de pensamiento. Sin embargo, algunas instituciones seguro preferirían silenciar su incomparable humor.
"Alma que nunca vuelve a su morada, presurosa al dulce desvarío" pareciera decirnos que la diversión no sólo es válido, sino vital. Este talante de libertad es tan escaso hoy. Las musas de Alcázar parecen reírse cínicamente desde el pasado, recordándonos que la risa y el sentido común siempre serán necesarios.
Baltasar del Alcázar, un poeta que entendió con cada palabra que los placeres de la vida merecen ser celebrados sin culpa alguna. Esto es algo que algunos puristas liberales desearían ver sepultado, pero he aquí un defensor de lo auténtico y lo poderoso en una España que conocía tanto de tiempos oscuros como de esplendor. Su estilo provoca, y nuestro mundo actual necesita recordar lo que realmente significa expresarse con libertad.