Alerta de spoiler: los "Aviadores de Abilene" no son pilotos que se pasean por el cielo de Texas; son, más bien, el ejemplo claro de cómo el gobierno se llena de parásitos—digo, empleados—que cobran sin trabajar. Los gobiernos, especialmente en estados como Texas, son como esos bufetes todo incluido que tanto odian las dietas: llenos de opciones y a la vez vacíos de nutrientes (o en este caso, responsabilidad y trabajo duro). Esto no es ninguna leyenda urbana; el término "aviadores" se usa para describir a individuos que están en las nóminas del gobierno, pero que nadie ha visto meter un dedo en la oficina, al menos para trabajar, claro está.
¿Por qué preocuparse por los aviadores en Abilene específicamente? Porque este llano de Texas es un microcosmos de toda la corrupción y el despilfarro que se extiende por todo el país. Abilene, con su historia de tejanas granjas y caballos salvajes—y ahora, oficinas gubernamentales—es el escenario perfecto para este teatro tragicómico. Desde pequeños municipios hasta grandes ciudades, el fenómeno es el mismo: una buena cantidad de dinero desperdiciado en pagar sueldos a personas que, o no existen, o nunca han puesto un pie en su supuesto lugar de trabajo.
Hablemos claro. Estos "trabajadores fantasmas" no son un mito inventado. En los años que precedieron a las vacunas obligatorias, las máscaras y todas esas decisiones que han causado más drama que un episodio de telenovela, los aviadores han respaldado la ineficacia del gobierno con una habilidad impresionante para no hacer nada mientras cobran por ello. ¿Y quién lo paga? Exacto, tú, yo y todos los que pagamos impuestos. Es casi como si el gobierno se especializara en crear empleos de los que nadie quiere hablar, pero de los que todos querríamos un día de salario.
No todas las posiciones en el gobierno son malas, pero seamos honestos. En un país donde el gasto gubernamental ha alcanzado niveles estratosféricos, los aviadores representan una fuga insostenible que no debería pasarse por alto. Y mientras cierto sector político se dedica a lanzar juicios de moralidad y a pintar de colores bonitos las políticas de gasto, nosotros, los austero-términos fiscales, vemos un barco que se hunde cargado de individuos que nunca debieron estar ahí.
Podríamos culpar a las políticas lajas o a las tasas de contratación laxas, claro. Podríamos mencionar el enchufismo cultivado en la sombra de los corredores de poder. Pero el problema va más allá: está en una cultura política que permite y alimenta la ineficacia y la irresponsabilidad. Mientras tanto, esos empleados pseudo-inexistentes continúan sus vacaciones (pagadas, por supuesto) en el mundo invisible de las nóminas gubernamentales.
El reporte de "aviadores" ha sido una constante en los estados rojos y azules, pero es en puntos como Abilene donde estas situaciones saltan a la vista como el bochornoso escándalo que son. Esta ciudad, con su cuota de empleados "inexistentes", se ha convertido en un epicentro para quienes queremos ver al gobierno limpiando su propia casa antes de lanzar críticas externas. Además, no respaldamos la mínima carga fiscal que sustentan los incrementos en los impuestos; exigimos responsabilidad.
Resulta que un gobierno lento y engorroso, lleno de "agentes libres" de sus obligaciones, desempeña un papel mucho más perjudicial de lo que el público quiere reconocer. No es una coincidencia que las reformas siempre queden en segundo plano frente a las narrativas del gasto público "necesario" y las agendas externas. Pero allí están, esos aviadores que nos recuerdan que el verdadero enemigo es interno.
Hablar de los aviadores es traer al frente un tema incómodo. Para algunos, es el tipo de narrativa que esperaría de un drama político. Para aquellos de nosotros que realmente creemos en la responsabilidad fiscal y el valor del trabajo duro, estas historias son una llamada de atención. El tema de los aviadores expone lo lejos que estamos de los principios de responsabilidad que deberían guiar cada ámbito del gasto público.
Ante todas estas verdades ineludibles, la pregunta que queda en el aire es: ¿qué pasos se tomarán para cortar las alas de estos aviadores? Con la corrupción disfrazada de reunión ejecutiva, el futuro no parece ofrecer más que nubarrones. Es hora de que se hablen verdades y se reencauce la nave. Solo con un recuento honesto de los tripulantes, empezaremos a ver cielos despejados.