La Autopista Nacional 2, esa maravilla vial que atraviesa España de este a oeste, es la columna vertebral que sostiene esperanzas y frustraciones en igual medida. Inaugurada para conectar Madrid con la zona noroeste del país, se ha convertido en un tema candente tanto por su infraestructura como por cuestiones políticas. Desde su concepción, ha sido testigo de inversiones multimillonarias y ha atravesado tanto terrenos agrestes como fértiles llanuras.
Si hay algo que molesta a los progresistas modernos, es el simple hecho de que esta autopista representa todo lo que consideran cuestionable: una inversión extensa hecha para facilitar el transporte, el comercio y el crecimiento económico a nivel nacional. Los conservadores entendemos que las carreteras significan mucho más que simples tramos de asfalto: representan la libertad de movimiento, el empuje del mercado y la importancia del progreso bien planificado. Sin embargo, en el caso de la Nacional 2, las desavenencias no solo se han quedado en charlas de sobremesa.
Aquellos que hemos recorrido la Nacional 2 sabemos que no es simplemente una autopista; es una experiencia que conecta gente, negocios y culturas. Es el puente que permite a los comerciantes transportar sus bienes desde los rincones más recónditos hasta el corazón mismo de España. Pero, claro, hay quienes ven inconvenientes en esta autopista que se ha convertido en el símbolo de la conectividad española.
Por supuesto, ya hemos mencionado las inversiones. Estas no se han quedado cortas en la Nacional 2. Las cifras millonarias invertidas han sido criticadas por quienes creen que el dinero pudo haberse destinado a proyectos "más sociales". Pero, ¿quién puede negar que una infraestructura desarrollada genera puestos de trabajo, fomenta la actividad económica y facilita que prosperen las pequeñas y medianas empresas? Solo alguien que nunca ha manejado más allá de los límites de su ciudad podría pasar por alto la importancia de tales obras.
El mantenimiento es otra maravilla. Las críticas hacia la seguridad y el estado de la autopista, en ocasiones, son argumentos sin base, incitados por un deseo insaciable de quejarse de todo lo que huela a crecimiento económico. ¿Hay que mantenerla? Claro, como cualquier carretera del mundo, pero arrojar dudas sobre su viabilidad es una táctica desesperada para evitar hablar de los verdaderos problemas que aquejan al país.
La Nacional 2 también acoge uno de los paisajes más pintorescos que uno puede encontrar en una autopista española. Desde campos verdes hasta montañas que besan el cielo, el recorrido ofrece una experiencia visual que no se puede ignorar. Sin embargo, se pasa por alto esta riqueza natural en favor de argumentos sobre su huella medioambiental. Razonemos por un momento: si los atascos ahorran tiempo y recursos a las empresas, y además esos mismos atascos se pagan con el mismo combustible que un viaje congestionado por calles pequeñas, ¿no ganamos todos?
La seguridad es un elemento primordial. Aunque existen argumentos superficiales sobre su peligro en función de las estadísticas de accidentes, la realidad es que la Nacional 2 es una de las vías más seguras del país. Las campañas de educación vial y la implementación de medidas de seguridad han transformado lo que antes se consideraba peligroso en uno de los mejores ejemplos de eficiencia vial.
Basta con mirar a las comunidades rurales que la Nacional 2 revitaliza -pueblos en los que las industrias locales han florecido, donde el acceso a los productos del mercado global es ahora más fácil que nunca-. No se puede negar que esta carretera ha llevado oportunidades donde antes solo había campos vacíos. ¿Cuántas vidas se habrían quedado estancadas en zonas rurales si la infraestructura no existiera? Una pregunta que parece no merecer atención en ciertos círculos.
El ahorro de tiempo es, en última instancia, el gran beneficio que trae la Nacional 2. No solo conecta distancias físicas, sino que crea la tan anhelada eficiencia económica. A cada hora ahorrada en transporte corresponde un motor que sigue funcionando, una fábrica que mantiene su producción constante o una familia que se reúne más pronto.
Nos encontramos ante un fenómeno de progreso palpable y necesario. Y es que, la Nacional 2 debería ser un motivo de orgullo y muestra de cómo las inversiones bien dirigidas pueden cambiar realidades. Pese a las críticas y las desavenencias, es indudable que la Nacional 2 se alza como símbolo de lo que una política de infraestructura eficiente puede lograr. Años después, la Autopista Nacional 2 sigue siendo una prueba de resistencia y crecimiento, por lejos, un proyecto que ningún titular alarmista podrá desmerecer.