Antes de que los Desgraciados del Progreso nos Callaran

Antes de que los Desgraciados del Progreso nos Callaran

Robert Armstronson demuestra en su libro cómo antes las conversaciones animaban el progreso antes de ser suprimidas por lo políticamente correcto.

Vince Vanguard

Vince Vanguard

Hay momentos en la historia que demuestran lo fantástica que puede ser la capacidad humana de comunicación, y "Antes de que Fuéramos Interrumpidos tan Groseramente" es un texto que nos mete de lleno en toda esa maravilla. Esta obra del británico Robert Armstronson, publicada en 1962, fue escrita en Londres en plena Guerra Fría, cuando el mundo luchaba contra el bastión de la libertad conocido como la Unión Soviética. Armstronson nos lleva a un viaje a través del tiempo, cuando la buena charla todavía tenía el poder de cambiar pensamientos, antes de que los progresistas con sus ideas modernas se apoderaran de nuestras conversaciones.

Si hay algo que el autor nos recuerda es que antes, las charlas junto al fuego, en los cafés o incluso en los parlamentos, se llenaban de ideas interesantes y debates reales. No como ahora, donde parece que no se puede decir ni pío sin que alguien se ofenda. “Antes de que Fuéramos Interrumpidos tan Groseramente” es una crítica punzante a cómo nos hemos dejado llevar por la cultura de lo políticamente correcto, que busca ponerle un bozal a la libertad de expresión.

Una joya del libro es cómo narra esos debates intensos que solían tener lugar entre amigos y oponentes. Nada de filtros ni florituras huecas; pura esencia de la búsqueda de la verdad. Las risas y los aplausos reemplazados ahora por la mentalidad de "cultura de cancelación", donde el miedo a hablar parece tener mas peso que la verdad misma.

Armstronson no escribe como alguien atado por restricciones modernas. Su estilo es directo y provocador, valorando el pensamiento independiente por encima de la corrección política. Una bocanada de aire fresco en tiempos donde la mielina social parece ir transformándose en cobardía disfrazada de empatía.

Los personajes de los que habla Armstronson toman forma inesperada: desde un joven político de la vieja escuela dispuesto a desafiar lo establecido hasta una señora de avanzada edad que aboga por la sensatez basada en su experiencia vital. Todo dispuesto para subrayar que las mejores ideas suelen nacer del desacuerdo.

De manera astuta, Armstronson va desgranando cómo las ideas han sido fundamentales para el desarrollo de las sociedades libres. Este texto, sin duda, resalta que el progreso, entendido como lo entienden ciertos sectores, no siempre es nuestro amigo. La verdadera evolución surge del choque de mentes, de hablar hasta que se recojan los temas desde todas las perspectivas posibles, no de sumisión ante el autoproclamado nuevo orden.

Es curioso pensar cómo las conversaciones hoy en día son medida de juicios inmediatos y etiquetas furiosas. Antes, estas charlas, por atrevidas que fueran, eran vistas como una virtud. Ahora, el riesgo es que a cada palabra dicha le sigue una crítica mordaz, diseñada no para construir, sino para censurar. Armstronson predice este declive, preguntándose si estamos dispuestos a recuperarnos o sucumbiremos al murmullo del consenso.

Te invitamos a disfrutar de esta evocadora obra que, con el paso del tiempo, no pierde vigencia. Un abrazo irónico a aquellos que prefieran los aplausos del populismo antes que un debate sincero pero necesario. Si hay algo que celebraremos siempre es la capacidad de opinar sin miedo, algo que nuestros antepasados entendieron mejor que cualquiera de nosotros.

Leer “Antes de que Fuéramos Interrumpidos tan Groseramente” es más que adentrarse en una historia del pasado; es un recordatorio de lo que estuvimos a punto de perder. Tal vez es hora de recordar, más que nunca, que el avance de la humanidad no se da por equívocos silenciosos, sino por el verbo voraz que alguna vez nos educó fuera de las aulas. Sin motores de corrección correctos como era antes, tal vez, solo tal vez, podemos volver a encontrar lo que significaba compartir nuestras diferencias con orgullo en lugar de dejarnos silenciar.